La autonomía infantil es un concepto que requiere de más de una aclaración, sobre todo cuando queremos comprender qué es lo que realmente significa esto en nuestra práctica diaria con las criaturas.
¿Puede mi hija de 4 años cortar las patatas con el cuchillo de la cocina si me lo pide?
¿Subir a un árbol del jardín es adecuado para su autonomía?
¿Qué hago si mi hijo no anda a los 16 meses?
¿le ayudo constantemente para tenerse en pie?
Todas estas preguntas -y muchas más- surgen a lo largo de charlas, talleres y sesiones con familias que, a menudo, se sientes confundidas por lo que si pueden -y lo que no- hacer para fomentar la sana autonomía de sus retoños.
Déjame contarte que cada etapa del desarrollo tiene su propia necesidad autónoma. De la misma forma que a un feto no le decimos constantemente lo que debe hacer y lo que no, así es como a lo largo de las demás fases evolutivas lxs niñxs deberían sentirse con nosotrxs. A ese bebé que se está formando en el útero materno le enviamos toda nuestra luz y amor para que su desarrollo sea el máximo de saludable posible. Tanto es así que la mamá trata de cuidar su alimentación, salud, entorno, hábitos, etc. para favorecer y aportar la máxima calidad a la vida intrauterina de su criatura.
¿Por qué cuando lxs bebés naces empezamos a obsesionarnos con decirles qué necesitan y qué deben hacer?
Incluso en muchos partos, dejamos de confiar en esa capacidad del bebé de nacer, en el poder de su madre para parirle y en los tiempos mútuos que necesitan para tal hazaña. En lugar de esto nos empeñamos en intervenir, monitorear, preocuparnos y supervisar constantemente la Vida abriéndose paso. Imagínate por un momento que haces lo mismo cuando el bebé está desarrollándose en el útero: introduces una especie de acelerador de crecimiento, un augmentador de capacidades mentales, un indicador para que sepa cuando puede/no puede patalear, girarse, chuparse el dedito, etc. Parece sacado de una novela orweliana, ¿verdad? Y entonces, ¿por qué vemos con tal naturalidad la intervención en el parto y en su desarrollo?
La autonomía
Si pudiera poner palabras para definir la autonomía utilizaría el concepto de PODER sin lugar a duda. Poder entendido como la capacidad interna y propia de generar movimiento, ya sea éste emocional, cognitivo o manipulativo; y ya sea dado hacia el exterior (lograr ponerse en pie) como hacia el interior (regular esfínteres).
La autonomía, así pues, es aquella sensación profunda de necesitar o desear algo y de poder despertar los dones y cualidades propias necesarias para lograrlo.
Te pongo por ejemplo unx niñx que llega a un bosque desconocido por primera vez. Imagia que esta criatura tiene un carácter enérgico que le impulsa a explorar, que ha establecido un apego sano con sus progenitores y que le han acompañado con amor a poderse ir soltando en la medida que lo iba necesitando, volviendo siempre que deseara para afianzar ese lugar de paz que es la presencia mapaterna.
Esta criatura tiene unos 5 años y le podemos leer en la mirada lo increíble que es ese lugar a sus ojos. En este bosque existen infinitas posibilidades para sus aventuras, juegos, hazañas, etc. Todo un mundo para descubrir en una mañana. Cuando estx niñx se adentra en el bosque, su deseo le impulsa a recorrer el espacio, subir los árboles, construir cabañas, hacer equilibrios sobre troncos caídos, camuflarse entre los arbustos, saltar riachuelos y mojarse con el agua fresca, perseguir mariposas y sentarse en el musgo húmedo y embarrado, etc. Cuando esta criatura se conecta con su poder interno, puede manifestar las capacidades naturales que ya posee, que ya ha adquirido en su desarrollo vital, para poder conseguir todo aquello que se propone.
¿Qué pasa cuando hay algo que desea hacer y no logra hacerlo como quiere?
Vamos a desgranar esta historia en varios posibles escenarios. El primero es este: yo deseo y no lo consigo. ¿Qué hacemos lxs adultxs acompañantes?
Pues aquí tenemos varias opciones, en concreto 3 posibles caminos. Vamos a analizarlos:
La primera opción seria ayudarle con todo aquello que no es capaz de realizar por si mismx. Le ayudamos a saltar por las piedras del río, le sostenemos la mano mientras hace equilibrios, le ponemos un impermeable en el suelo para que no se embarre, le subimos en un pis pas a la rama del árbol más deseado, etc. ¿Imaginas lo que conseguirías con esto? Pues te lo cuento: ayudando constantemente a tu hijx, lo que conseguimos es que su poder deje de estar en su interior y pase a estar en nuestra ayuda. Es decir, que toda la capacidad de poder gestionar lo que le sucede con su deseo y las ganas de realizarlo, pase por nuestra presencia y nuestros recursos adultos. A esto, técnicamente, le llamamos pseudoautonomía por EXCESO, ósea, una falsa sensación de autonomía (porqué no es ella la que realiza las acciones deseadas, sinó nostrxs con nuestro apoyo adulto), y por EXCESO porqué lxs adultxs aocmpañantes estamos interviniendo constantemente en modo SOBREPROTECTOR. Aquí no ofrecemos autonomía porqué estamos constantemente interviniendo en sus dificultades sin dejar que exploren sus propias habilidades, aunque estas no les lleven donde tenían pensado ir. Cabría preguntarnos por qué lo hacemos, aunque me temo que tendrás que esperar a otro artículo donde te voy a hablar de la frustración infantil y la importancia que aparezca en sus vidas.
La segunda opción sería ignorarle con su deseo y suponer que debe espabilarse solx con lo que quiera, o no quiera hacer. En este caso, nuestra mirada deja de estar centrada en la criatura para estar únicamente centrada en nosotrxs, en lo que nos apetece hacer el bosque: recoger setas, pescar, leer un libro, caminar en silencio, charlar con nuestra pareja, etc. De repente, el deseo y la necesidad de nuestrx hijx nos molesta y le pedimos que se la gestione solitx. Aquí a veces les soltamos frases del tipo “ya eres lo suficientemente grande como para espabilarte”, o bien, “con la de cosas que tiene por hacer en el bosque, ¡busca algo que te distraiga!”. En este tipo de situaciones – aplicable a varios otros escenarios: parque, hogar, restaurantes, fiestas, etc.- lo que estamos generando es la pseudoautonomía por DEFECTO. Aquí, de nuevo, no estamos ofreciendo autonomía auténtica porqué en lugar de generar espacios de presencia y acompañamiento ante la demande de nuestrx hijx, nosotrxs le ignoramos y pretendemos que nos deje en paz, o lo que es lo mismo, que desconecte de su deseo, poder y/o necesidad para complacernos. El concepto de “defecto” hace referencia precisamente a esto, a la ausencia de presencia y de acompañamiento amoroso por parte de nosotrxs como personas adultas. Obviamente caben muchos matices en este escenario, y pudese profundizar en ello en el artículo que escribí sobre cómo lxs niñxs nos piden las cosas.
Finalmente llegamos a la tercera opción, aquella en que lxs adultxs presentes, amorosxs y comprensivxs ante las necesidades, demandas y/o deseos de sus hijos, pueden valorar hasta qué punto pueden ofrecerles apoyo o ayuda, y hasta que punto deben retirarse para permitirles que exploren sus recursos aunque éstos no le lleven a donde quieren llegar. Permitirles sentir este espacio entre el deseo y el objeto (o logro) desado cuando no se puede alcanzar, es trabajar la frustración, en este caso, bien adecuada a su etapa del desarrollo. Si esa criatura en el bosque tiene muchas ganas de subirse a un árbol para hacer una cabaña en él, es importante que en el momento en que nos lo manifieste, podamos validar su deseo, estemos presentes en su hazaña, y dejemos que despliegue todas las habilidades que tenga en ese momento para conseguirlo, ¿no te parece? Si lo logra, lo celebras con ella, y si no lo alcanza, puedes acompañar su frustración con tu presencia amorosa. Salvarle de sentirse mal constantemente, acabará generando el primer escenario con la consecuente pérdida de poder por su parte. Acabará creyendo que por sí misma no puede lograr lo que se proponga y puede que necesite siempre una mano salvadora de la que agarrarse (con los riesgos que comporta llegar a ser una persona dependiente).
Así pues, aquí hay un pequeño abanico de estas posibles reacciones ante el deseo de tus hijos. Si quieres profundizar más en ello, te espero en el DIRECTO del próximo MARTES 27 de Noviembre en Fbk e Instagram.
¿Qué pasa cuando lxs adultxs tenemos demasiados miedos?
Este es un gran tema que, por si mismo va a requerir un artículo + directo completos. De todas formas, voy a explicar brevemente la importancia de la revisión personal de los miedos y de mi historia cuando estoy en proceso de crianza. Si las personas adultas no nos hacemos conscientes de todo aquello que nos asusta, es muy probable que lo acabemos transmitiendo a nuestrxs hijxs.
Si cada vez que vamos al bosque, el deseo y la necesidad de mi hijx me asusta porque veo que si se moja, se puede resfriar; si sube a un árbol puede caerse y hacerse daño; si hace equilibrios puede resbalar y romperse algo; si juega con troncos se puede sacar un ojo; perseguir mariposas le puede llevar a perderse; si corre muy rápido igual se tropeza y se rompe un diente; ¿sigo? Porqué si lo hago tal vez llegue un momento en que el respirar mismo puede ser foco de una infección de esporas venenosas de alguna seta escondida bajo el musgo embarrado…..
Es obvio que en la vida existen cosas peligrosas, y otras que nos dan miedo. Y claro está que esta sensación es muy subjetiva y depende de cada unx de nosotrxs. Precisamente por ello, es imprescindible conocerme y saber cuál puede ser mi punto flaco en tema de miedos, tanto si es por EXCESO como por DEFECTO.
Antes de terminar, déjame decirte que la autonomía infantil también tiene que ver con las NECESIDADES que lxs niñxs tienen -no sólo los deseos- incluso antes de ser niñxs. Por ejemplo, un bebé exterogestante (ver artículo de las etapas del desarrollo) tiene muchas necesidades para las que todavía no es autónomo, como por ejemplo, el estar cerca de su mamá, tomar pecho, alimentarse, estar calentitx, tener amor, etc. La única forma que ese bebé tiene de hacernos saber lo que necesita es a través del llanto. Con el tiempo y el posterior desarrollo ya va a aprender a gatear y moverse hacia lo que necesita o desea, a la vez que va a ser capaz de escapar de lo que les asusta. Hasta que llegue ese momento, el llorar es el único mecanismo que la madre naturaleza le ha brindado para hacerse escuchar. ¡Qué importante cuando lo usa!
La autonomía infantil va mucho más allá de todo el movimiento exterior y motriz de nuestras criaturas, abarca otros aspectos de su desarrollo y es importantísimo fijarse en aquellos deseos y necesidades menos visibles, las que van para dentro, para sí mismxs y que les conforman.
Deseo que puedas asistir al directo y que tengas preguntas para que pueda respondértelas acerca de la autonomía. Puedes dejarlas aquí debajo. Gracias!
Elisenda Pascual i Martí
Directora d’Acompanyament Familiar
Psicòloga i psicoterapeuta