Aprovechando la coyuntura de la nueva festividad el “Día del Beso”, me gustaría abrir una reflexión sobre la tendencia adulta de coaccionar a las criaturas a hacer besos. Seguro que más de una vez te habrás encontrado con la típica escena de un encuentro o despedida donde, como ritual social, las personas adultas no acercamos y entramos en lo profundo del campo íntimo personal para besarnos. Es una imagen cotidiana que podemos encontrar en cualquier rincón del mundo en le que nos movemos. Esta convención establecida – que además, varía de cultura y las que viajamos no sabemos nunca si son 2, 3, 4 besos y un encaje de manos-, me lleva a la reflexión sobre la importancia, o no, de traspasarla en una edat temprana a nuestras criaturas.
Las que ya me vais siguiendo sabréis que siempre emfatizo la importancia del respeto a las necesidades auténticas de la infancia. Esta es una etapa donde se se tablecen la maoria de patrones, comportamientos y las bases de la futura personalidad adulta. Es un terreno más que fértil para trabajar con la prevención de los posibles abusos y neurosis. Respetar a una criatura en su proceso de construcción del “yo” y del mundo que le rodea, es una buena inversión de futuro para prevenir malestares y represiones emocionales.
Te lo voy a ilustrar con un ejemplo muy gráfico:
Imagínate que, de repente, aterrizas en un planeta desconocido en el que no has estado nunca. Las personas que viven allí, tienen la extraña costumbre de rascarse las narices mutuamente cada vez que se reencuentran. No importa si hay mocos, pelos o suciedad. Sencillamente se acercan y se ponen a rascarse la nariz por dentro y por fuera. De repente, se giran mirándote y empiezan a hacerlo contigo, reclamando que tú también les rasques sus narices. ¿Cómo crees que reaccionarias? ¿Qué te supondría este acto?
De una forma muy explícita, esta metáfora quiere ilustrar lo que las criaturas observan con nuestros rituales adultos. Para ellxs no tienen mucho sentido de entrada posiblemente, pero si les acostumbramos de bien pequeñxs, probablemente se avendrán a hacerlo si mucha queja.
¿Realmente se trata de eso? ¿de acostumbrar? ¿de domesticar?
De todas formas, y volviendo a la importancia de la invasión de este espacio suyo tan personal, acostumbrar a las criaturas a ofrendar su intimidad en una edad bien temprana sin que surja espontáneamente de ellxs, puede darles a entender que el contacto cercano con personas conocidas es del todo legítimo y aceptado por nosotrxs, aunque a ellxs no les guste. A esto que, de entrada, puede que muchxs de vosotrxs me digaís:
“¡Claro que sí! ¿Cuál es el problema?
¡Yo lo he hehco toda la vida y no estoy traumatizadx!”
Dejadme deciros que lo que puede acabar posibilitando es una desconexión profunda de la criatura con sus límites corporales y su frontera de seguridad. Y puede dejarles expuestxs a malentender posibles acercamientos abusivos y/o poco saludables para su edad. Dime:
¿Cuántas veces has besuqueado a alguien que no te apetecía?
Que no os asuste que las criaturas respetadas se transformen en seres inadaptados y antisociales sólo por cuidar sus límites. Si que es importante explicarles que las personas adultas tenemos rituales de salutación, despedida, felicitación, conduelo, etc. Y que normalmente, estos rituales, implican un acercamiento deseado hacia la persona para quien sentimos afecto y estimación. Los besos son nuestra práctica adulta, y se lo podemos decir así de claro. A la vez, debemos preguntarles si es la que ellxs quieren escoger, o prefieren otra. Pelearse con una criatura porqué no quiere dar un beso es desconectarla de su propia capacidad por decir “no” ante alguien con quien no quiere interaccionar de una forma tan profunda, aunque esta persona seamos nosotrxs mimsx. Acompañarles a escoger su propia manera de ritualizar los encuentros, puede generar una dinámica divertida en la que crear estrategias para ser comprendidxs.
Nos animo a que, cada vez que queramos coaccionar a una criatura a dar un beso a quien no quiere -ya sea a través del chantaje, la presión, el castigo o la seducción-, nos acordemos de la imagen de rascarle la nariz peluda a alguien sin tener ganas. ¡Tal vez sea la manera de ponernos más en su piel!
Besos, abrazos, encaje de manos, guiños, volteretas, pisar los pies, acariciar el pelo, saludar desde lejos, tirar un beso, golpearse culo con culo, etc. ¡Son tantas las posibilidades y son tan ricas sus mentes creativas!
¿Por qué conformarnos con lo conocido?
Elisenda Pascual