He disfrutado de la lectura del libro "Educando la alegría", de la psicóloga y consultora en infancia, afectividad y protección Pepa Horno. Sus palabras me han inspirado para escribir este artículo.
Desde hace más de un año nos encontramos en un momento social donde se está impidiendo la celebración conjunta o los encuentros, es decir, que en cierto modo se ha dificultado y limitado la expresión de los afectos, y de alguna manera se está instrumentalizando la alegría. Porque como dice Horno, la alegría es motor de cambio, de movimiento, de exploración y de encuentro. Por eso ella cree que es importante poner conciencia al valor social que tiene su ausencia. El aislamiento social y la soledad y la promoción del miedo que estamos viviendo debido a la pandemia pueden conducir a la resignación, a la parálisis o la impotencia.
Esta sería una mirada rápida a la dimensión social de la alegría, sin embargo, y su dimensión personal y afectiva?
La alegría no sólo tiene que ver en cómo nos desarrollamos en contextos grupales o sociales o cómo nos integramos en ellos, si no que también es el motor afectivo de todas las áreas de desarrollo de las personas.
Y de qué hablamos cuando hablamos de alegría?
Es una emoción, es decir, una respuesta fisiológica y endocrina que el organismo presenta ante estímulos y eventos externos que vive. La alegría es una emoción que contribuye al bienestar físico, la mejora del crecimiento, y la resiliencia entra otros aspectos. Como emoción que es, no es un estado permanente, sino un flujo de energía.
Cualquiera de las emociones básicas son el motor de algo, la alegría es el motor emocional básico, como "las pilas" de las personas. Horno detalla que es el motor del movimiento físico y de exploración, del optimismo, del crecimiento, del encuentro con las otras, de la intimidad, de la protección y de la resiliencia. En definitiva es un mecanismo de salud interno y fortaleza emocional, por lo que cree que es necesario su promoción dentro del ámbito educativo.
Ahora bien, no confundamos estas ideas con el no estar en contacto con el resto de emociones, evitar que los niños sufran, mantenerlos en una burbuja o brindar una visión ingenua e inocente de la vida, pues eso implicaría no cultiva otros motores emocionales esenciales de la vida: la tristeza, la rabia, el asco, etc.
Para seguir dando forma esta emoción, Horno habla de dos elementos básicos de la existencia de toda criatura, adolescente, adulta:
La intemperie: está relacionada con la propia fragilidad y vulnerabilidad. Algunos de los elementos claves que configuran nuestras vidas tienen lugar sin que lo hayamos decidido: la familia donde nacemos, las enfermedades, la muerte ... o también que alguna persona ame a otra, el tiempo ... son eventos que suceden sin una elección de la persona, pero que configuran su vida de forma sustancial. Ser capaz de sostener y vivir la intemperie, de no negarla, implica reconocer que el ser humano es valioso y frágil. Asumir que no es posible controlar y dirigir la vida en su totalidad. Sostener la incertidumbre, lo imprevisto o no esperado ni deseado. Esta es una de las claves de la salud emocional de las personas, y que tiene que ver con el cultivar la alegría.
La responsabilidad: está en relación en cómo afrontar lo que llega, como elaborar las vivencias, como llegar a posicionarnos en ellas. Sabemos que lo que está en nuestras manos es elegir cómo vivimos lo que nos pasa, y como vamos integrando estas vivencias, de una manera que nos hace sentir bien con nosotres mismes o no.
Pepa Horno explica con mucho más detalle su propuesta de qué elementos de la alegría cree importante cultivar en niñes y adolescentes, y qué función tenemos las adultas que acompañamos en estos proceso de cultivo.
De nuevo, y sin cansarnos de repetirnos, uno de los elementos claves, es la mirada hacia el interior de cada adulta, o en palabras de Horno, una afectividad consciente por parte de la persona adulta, que permita a les niñes y adolescentes estar en contacto con sus emociones, expresarlas y reflexionar sobre ellas.
Eulàlia Solé Altimira
Psicomotricista en l'àmbit educatiu, preventiu i terapèutic.