8 de febrero de 2021

El arte de amamantar


Dues dents han deixat

un rastre de magrana

al meu pit, quan encara

tu no en tens per clavar-les

en allò que se’t fon.

MARIA-MERCÈ MARÇAL


Nuestro recién nacido nace y, de repente, descubrimos que el pecho se convierte en el cordón umbilical que nos mantiene unidas con sangre y amor que nos corre por el alma. De esta manera empezamos a conocernos con nuestro bebé.

Los primeros días, después del parto y del posparto, estamos alborotadas. Esta forma de dar y recibir, de conocernos con la criatura, puede llegar a ser uno de los momentos más especiales de la vida, por la gran profunda conexión e intimidad que se llega a producir. La magia de la vida. Nos aparece el hecho de no poder dejar de estar y de mirar, con amor, este reflejo maravilloso y fuerte, por parte del bebé, de buscar, encontrar y succionar. Y es en este estado donde no hay elaboraciones mentales ni pensamientos.  Al momento, podemos notar como todo nuestro cuerpo y el suyo, nuestro olor y el suyo, nuestra voz y la suya, son una absoluta conexión.

Es necesario nombrar que la sociedad no nos permite tener este tiempo y esta intimidad. Es importante poner límites para poder cuidarlo, si no es así, corremos el riesgo de no poder entregarnos y vivir este momento. Es importante también comentar y combatir la perspectiva de que las madres que no dan el pecho son menos o peores madres. Ser madre es mucho más que el hecho de dar el pecho y todas las decisiones tienen que poder ser respetadas y no juzgadas. Cada una parte de una realidad personal y hace lo que puede y lo que necesita, y elije des de su propia libertad.

El bebé necesita nuestro cuerpo para sentir el contacto, y nosotras lo necesitamos para producir leche. Esta leche es, sobre todo, amor, presencia, ternura, calor y sostén. Es así que podemos conectar con el instinto y los ciclos vitales, des de un aspecto animal y salvaje, donde todo es naturalmente perfecto. Y es des de esta situación, que podemos percibir que nuestro bebé se nutre de la energía de la aurea del cuerpo de la madre. Un regalo de encuentro con nosotras mismas.

La naturaleza del amor maternal surge como una afirmación incondicional del bebé y de sus necesidades. Y es con esta entrega que podemos inculcar al bebé la actitud del amor hacia la vida. Con el paso del tiempo, vamos entendiendo que este bebé crece y que ha de salir, poco a poco, del vientre materno y dejar el pecho, y que se convertirá en un ser humano completamente diferenciado. La verdadera esencia de este amor maternal es tener cuidado de que la criatura crezca, y esto significa, entre otras cosas, dejar que se separe de nosotras. Somos dos seres unidos que nos separamos, y tenemos que ayudar y desear esta separación. Este periodo es difícil, requiere de generosidad y capacidad de renuncia total a cambio de nada, excepto de la felicidad del ser querido. Es por este motivo que nos hace falta poder estar arraigadas firmemente a nuestra propia existencia.


GRACIAS, Júlia, por permitirme vivir este regalo de la vida.

Febrero del 2021


Laura Casadó

Terapeuta