En una conferencia sobre pantallas y nuevas tecnologías, una madre me preguntó: «¿cuantos minutos de pantalla al día recomiendas para un niño de 3 o 4 años?». Mi respuesta fue: «cero». Todavía recuerdo la cara de aquella madre, entre sorprendida y bloqueada. Detrás de una pregunta como ésta, a menudo esperamos encontrar una respuesta que nos tranquilice, una respuesta que nos afirme que «no lo estamos haciendo tan mal». Pero la respuesta real sigue siendo "cero". Aquí me gustaría diferenciar entre manipular un aparato electrónico (móvil, tablet, ordenador) y visualizar una pantalla. Antes de los dos años soy contundente: «cero, de todo». De los dos a los seis años podemos regular el tiempo de pantalla según la edad, siendo el mínimo posible y siempre supervisada, es decir, eligiendo los contenidos y acompañándolos. En esta etapa también soy contundente: mi opinión es que ninguna criatura antes de los 6/7 años debería manipular un aparato electrónico.
La primera infancia, de los 0 a los 6/7 años, es una etapa clave. Durante estos años se produce el mayor, y más intenso, crecimiento de nuestra vida, la mayor parte del desarrollo motor, social y emocional. En esta etapa construimos el lenguaje, un aprendizaje muy alejado del hecho de apretar un botón para que salgan imágenes y sonidos. Aprendemos a relacionarnos con iguales y con personas adultas, nada que una máquina pueda enseñar. Todo lo contrario, los aprendizajes se dan a través de la experiencia (el contacto con la vida, la naturaleza, las personas), a través del juego (simbólico, motriz), a través de las emociones. El contacto con las pantallas y las tecnologías, no sólo resta oportunidades para aprender de forma saludable, sino que interfiere en estos aprendizajes generando dificultades graves. Con el exceso de pantallas estamos privando a las criaturas de un derecho básico: el de crecer con salud.
Hace ya más de diez años que salen estudios continuamente alertando sobre los riesgos del exceso de pantallas en la infancia. Destaco algunos para tenerlos presentes: dificultades para desarrollar habilidades sociales y comunicativas, déficit de atención, retraso en el habla, dificultades de aprendizaje en lectoescritura y matemáticas, hiperactividad, descenso de la tolerancia a la frustración, retraso en el desarrollo motriz, aumento del riesgo de miopía.
En mi profesión, he acompañado a muchos niños y niñas en la etapa de primaria con dificultades de aprendizaje claramente derivadas del exceso de pantallas, generadas ya en la primera infancia. Con esto no quiero decir que las pantallas sean la única causa, pero si que su influencia es muy elevada. Continuamente leemos estudios alarmantes, los equipos psicopedagógicos y los centros terapéuticos ya hace tiempo que detectan casos constantemente con dificultades emocionales o escolares derivadas del exceso de pantallas. ¿Qué nos pasa? ¿O qué más tiene que pasar? ¿Porqué nos cuesta tanto limitar su uso a nuestras hijas e hijos? En mi tarea acompañando familias, me he encontrado sobre todo con dos tipos de respuestas.
La primera: «necesito tiempo para mí». Una necesidad totalmente legítima y básica para tu salud y la de tu sistema familiar. Tratemos entonces de qué manera puedes tener tiempo para ti sin necesitar hacer uso de las pantallas. ¿Cómo son tus rutinas y dinámicas familiares? ¿Cómo son vuestros vínculos? ¿Cómo son vuestros juegos? ¿De qué manera estás presente? ¿Qué relación tienes con los límites? ¿Y con el conflicto y la frustración? Podemos trabajar muchas cosas antes de sustituir nuestras propias dificultades por una pantalla. La pantalla es como una tirita, tapa pero no cura.
La segunda: “cuando antes lo aprenda mejor, vivimos en un mundo rodeado de tecnologías”. Falso. Nosotrxs lo hemos aprendido en la edad adulta y no ha sido un drama. Cuando necesite aprender a manipular aparatos electrónicos, lo hará. Y además lo hará más rápido y mejor que nosotrxs, justamente porque las tecnologías nos rodean. Detrás de esto a menudo hay un pensamiento del tipo «que mi hijo no se quede atrás» o otro más escondido «quiero ponérselo fácil». Pensamientos legítimos, con la intención de cuidar y ofrecer lo mejor a nuestro hijo o hija. Pero conseguimos justamente lo contrario de lo que deseamos.
Como siempre explico en mis sesiones, la responsabilidad de criar a nuestros hijos e hijas es totalmente nuestra. Ellxs están creciendo, aprendiendo, probando ... y son un termómetro, un espejo constante de cómo lxs acompañamos. Dicho rápido, si mi hija tiene dificultades para tolerar que le quite los dibujos o el móvil, yo soy quien ha causado estas dificultades y por tanto el responsable de mirar qué puedo hacer para mejorar la situación. Puede que haya utilizado las tecnologías demasiadas veces como sustituto de una necesidad más importante (por ejemplo el deseo de mi hija de jugar conmigo o la necesidad de descansar,). ¿Cuántas veces he usado la pantalla para evitar manejar alguna situación? Y sobre todo, ¿qué uso hago yo de las pantallas y las tecnologías? Ya sabemos que el ejemplo es el mejor recurso y el más potente. ¿Entonces porque miramos hacia fuera antes de mirar hacia dentro? ¿Cuántas veces estoy mirando el móvil mientras mi hija me pide que la mire o que lo escuche? ¿Y cuántas veces me enfadaré yo más adelante cuando quiera hablar con ella y no me escuche porque esta chateando? Asumir la responsabilidad es a menudo lo más difícil, y es siempre el camino más sano.
Gus Bas Planas.
Psicólogo y Terapeuta Familiar.