Empiezo este artículo riendo. Riendo de mí misma y de cómo me he atrevido a escribir sobre este tema, en el medio en el cual lo haré (entorno virtual). La ironía generada por ambas cosas juntas (tema y canal de comunicación) me despierta múltiples emociones, algunas contradictorias entre ellas.
Este artículo es uno más de todos los que corren (¿o vuelan?) por la nube virtual… De aquellos que encuentras buscando como integrar un acompañamiento a las criaturas más cuidado, respetuoso y coherente. De aquellos que quizás te lleguen por mail. De aquellos que quizás te han reenviado por whatsapp, telegram o alguna de todas las aplicaciones de mensajería rápida que hoy existen. O, con un poco de suerte, quizás es uno de aquellos de los que alguna persona te ha comentado en medio de una conversación cara a cara.
El hecho es que, si ahora mismo sientes como válida la opción de apagar el medio electrónico en el que estés y estar en llena presencia permitiendo que te nutran la sencillez, la simplicidad y el ritmo de la vida que muestra la naturaleza1, te animo a que lo hagas. Puesto que este es el mensaje principal del artículo, y permitírselo, un auténtico regalo. No obstante, si deseas recorrer unas cuántas ideas más sobre el tema, ¡manos a la obra!
Al hablar de abundancia digital me refiero a la grande, ingente, cantidad de contenido, recursos, ideas, propuestas, opiniones, materiales, temas, etc. a los que, hoy en día, podemos llegar en unos cuántos “clicks”. Interesantísimos muchos de ellos. Mediocres, otros. Nefastos, algunos otros. La valoración que les otorguemos depende de quién somos, qué pensamos, qué hacemos, qué sentimos y, también, de cómo estamos. Incuestionablemente, calificarlo precisa nuestro tiempo. Y el tiempo que dedicamos es en detrimento de otras vivencias y momentos.
Si bien hacía tiempo que tenía claro que vivimos en una época cada vez más digital y que la abundancia en este entorno es patente, la relación de éstas con el hecho de reforzar el bucle del HACER y el alejarnos del SER y ESTAR, para mí, se puso totalmente de manifiesto durante el famoso confinamiento que vivimos durante la primavera del 2020.
Como profesional de la psicología, y madre, vi volar multitud de propuestas para tener entretenidas, como “buenas ma/padres”, a nuestras criaturas. También vi cómo, finalmente, llegaba el punto en que había tantas (entre la infinidad de información sobre otros temas), que el objetivo principal se desdibujaba, mientras la capacidad del smartphone de turno quedaba agotada.
¿Y cuál era el objetivo principal?
Se podría decir que dotarnos de recursos para continuar nutriendo los aprendizajes de las pequeñas de casa, a la vez que hacíamos el estado de clausura total más llevadero. ¡Ah! Y hacer correr la grande proclama del “Todo irá bien”, hasta que nos lo acabáramos de creer.
¿Y este objetivo que nos implicaba?
Hacer, hacer y hacer. Y en muchos casos, llevar nuestros cuerpos al exteremo2. Que la autoexigencia3 se disparara por las nubes (las virtuales y las de H2O). Tener que lidiar entre teletrabajo, criaturas, incertidumbre y el estado de alarma interno, que rápidamente también subió a las nubes. En ocasiones toparnos con la alegría de recuperar tiempo con nuestras criaturas, y en otras, toparnos con la culpabilidad por no estar haciendo todo aquello tan interesante que nos había llegado por “x” medio. Quizás a todas las pérdidas que implicó este período también se añadió la pérdida de un ser querido4, con todas las dificultades añadidas para hacer el ritual de despedida necesario para nosotras y nuestro familiar; teniendo que sostenernos a nosotras como adultas y acompañar a nuestras criaturas.
Y con todo esto, quizás todavía nos encontrábamos atrapadas en el bucle del HACER y pensando que el Kit de la cuestión sería HACER alguna sesión de yoga online, o alguna clase más de meditación, o aquellas recomendaciones que habíamos leído en aquella red social sobre el autocuidado.
Evidentemente, el cuido a una misma y de las criaturas es necesario. El tema es poder darnos el espacio que necesitamos para soltar aquello que realmente no es imprescindible, sobre todo, si de esto depende el bienestar y/o la capacidad para ser y estar amorosa, disponible y auténtica.
Así pues, en algún punto, llegué a la conclusión de que la cosa no iba en la dirección del bucle del HACER. La vida nos estaba trayendo la oportunidad de acercarnos al ESTAR. ESTAR no nosotras y nuestras hijas e hijos. Mirarlas con la curiosidad, ternura y parsimonia de las que quizás fuimos capaces cuando eran bebés. Aquella etapa vital donde la percepción del tiempo quedaba tan plenamente (y, en ocasiones, bellamente) alterada.
Hablando sobre esta forma de mirar, me viene a la mente una de las propuestas de juego en familia, “La cámara oculta”, que aparece en el libro “Criar y Jugar” de Elisenda Pascual y Martí. A pesar de que en esta propuesta hay un objetico de autodescubrimiento, de observación y de desgranarnos, siento que esta base de observación de nuestras criaturas (y a nosotras mismas) desde la apertura y aceptación, que puede dar el simplemente estar, es revolucionaria y altamente recomendada.
¿Cómo SER y ESTAR en plena presencia?
Siento que hay múltiples maneras de conseguirlo. Ir al cuerpo, que siempre es aquí y ahora, puede ser una buena opción. Fijarnos en nuestra respiración para conectarnos. Centrar el tacto en alguna textura agradable. Atender a detalles visuales que quizás hace tiempo que no tenemos en cuentas. Posar las manos encima del corazón y sentir el calor. Notar las plantas de los pies en el suelo y sentir la conexión y arraigo que se puede llegar a crear desde ellas.
Algo importante, sea cual sea la manera de conectarte con tu presencia auténtica, es poder atender qué te pasa cuando dejas de hacer y simplemente estás.
¿Qué valores emergen? ¿Qué creencias se activan? ¿Qué emociones se disparan? ¿Cómo siento mi cuerpo? Y cuando pasa todo esto, ¿Puedo continuar estando conmigo y conectada con la otra?
Como en todo, el viaje hacia ti misma y hacia tu parte más auténtica es posible transitarlo de múltiples formas y a diferentes ritmos. El HACER quizás facilitará el abrir puertas. El ESTAR siento que te permitirá distinguir cuándo, cómo y desde dónde traspasar el umbral.
Deseo que el umbral del 2021 te permita tomar conciencia del ritmo de la naturaleza en ti misma, en las criaturas que te rodeen y en la relación que construyáis. Que este invierno tan corto que viviremos (este año será la estación más corta del año), pueda ofrecerte el descanso, la lentitud y el estar necesarios para renacer en primavera.
Para cerrar, me gustaría compartirte un fragmento de un precioso libro-arte cooperativo que hace años que habita en mi casa, “Musas de la educación VIVA” de la Colección Musas, ilustrado y autoeditado por Sara Cendán Masip.
“Presentes y disponibles, mirando y admirando su despliegue y crecimiento. Donde van encontrando sus propios recursos y sus herramientas, a veces tan creativas y sorprendentes. Creciendo y aprendiendo a poner esta misma nueva Mirada en nosotras mismas y en nuestros propios procesos. Cuidándonos y acompañándonos” _ Lydia Cuervas
Judit Labernia Reverter
Psicóloga. Psicoterapeuta integradora especializada en sexualidad y perinatal. Formadora y facilitadora de grupos. Terapeuta Omnia Reiki.
ANOTACIONES
Si la curiosidad te mueve y todavía tienes ganas de continuar en la nube, para profundizar en varios aspectos de los comentados, aquí tienes los enlaces a otros artículos publicados por compañeras del equipo:
1 http://www.acompanyamentfamiliar.com/ca/articles/trastorn-per-deficit-de-natura-2
2 http://www.acompanyamentfamiliar.com/ca/articles/el-cuerpo-sacrificio
3 https://www.instagram.com/p/CI1TgZfKDTt/?utm_source=ig_web_copy_link
4http://www.acompanyamentfamiliar.com/ca/articles/com-donar-una-noticia-dolorosa-a-un-infant