Como mujeres, con la llegada de la maternidad, se nos despiertan las partes desconocidas de nuestro mundo psicológico y espiritual. Atravesar la sombra para llevarla hacia la luz y sanarnos es la tarea que - con tanta dureza y a su vez belleza - se nos pone delante. Los hijos son una gran oportunidad. Son unos maestros.
A menudo la tendencia que nos aparece es la de crear fantasías para no conectar con nuestra realidad que, en algunas ocasiones, está cargada de soledad, abuso, dolor y abandono.
Nos dedicamos a inventar realidades bonitas para no sufrir, pero finalmente, con el nacimiento, la sombra siempre aparece.
Como hijas no podemos obviar que la relación con nuestra madre tiene un peso y un sentido trascendental. Nuestras madres tienen sus heridas y a su vez, de una manera inconsciente, perciben nuestro empoderamiento como una perdida. Esto sin duda es fruto de nuestra herencia cultural sometida a la visión del patriarcado, que niega la propia capacidad de la mujer para hacerse a si misma.
Es necesario abrir el camino de la entrega y del amor para poder rehacernos de la herencia de nuestro linaje materno, y empezar el proceso de poder convertirnos en nosotras mismas, con el anhelo de sentirnos auténticas. A menudo, esta ruptura con nuestro linaje materno puede ser conflictivo y provocar distanciamiento. En realidad, esta situación servirá para reforzar el vínculo y sanarlo.
De una manera muy profunda sentimos que no podemos ser felices si nuestra madre no lo es. Esto es fruto del dolor que sentimos al verla sufrir, pero aquí está la trampa del ego.
Tan solo sintiendo el dolor, podemos drenar eso que tiene que ser sanado. “Lloro por mí, por ti, madre, por nuestro linaje materno. Solo de esta manera lo podemos honrar dándole el lujar que merece. El duelo llevará hacia la liberación y el dolor abrirá el camino de la compasión hacia nuestras madres.
Lo que nos pasa mayoritariamente es que sacrificamos nuestra felicidad por la de nuestras madres y no lloramos ni drenamos la herida. Nos estancamos intentando salvarlas, pero nosotras NO PODEMOS HACERLO. Hace falta rendirse delante de este hecho y no siempre es fácil. Hace falta poder decirle a la madre: “madre, dejo que recorras tu propio camino”. Así podemos liberarnos como hijas. Esta es la manera en que podemos enseñar a los hijos a no cargar con el dolor de otros.
Actualmente veo muchas mujeres en la consulta que esperan que sus madres las empujen a vivir su vida. Lo que en realidad pasa es que estas son incapaces de vivir la suya propia. Están sumergidas en una lucha perdida que las frustra constantemente.
Echamos de menos a nuestras madres. Si no hacemos un duelo sincero de esta necesidad de cuidado, ternura y presencia maternal que no sentimos, esta interferirá en nuestras hijas de una manera inconsciente causando dolor y conflicto. Sanado la herida de la madre nos empoderamos para ser capaces de iniciar a nuestras hijas en su camino, para que ellas puedan ser quienes quieran ser.
Si te apetece compartir un poco más, te espero en el DIRECTO del MARTES, 18 de febrero a las 21h horario de Barcelona junto a laura casadó, terapeuta gestalt de Acompanyament Familiar.
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¿Cuándo? MARTES, 18 de febrero a las 21H
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Te veo pronto y feliz crianza,
Elisenda Pascual i Martí
Psicóloga y psicoterapeuta
Directora de Acompanyament Familiar