Si echamos un vistazo a la naturaleza de los vínculos entre madres e hijos e hijas, sabemos que se mueven entre una dinámica de apego y separación. Que el vínculo pueda ir modulándose y transformando entre estos dos estados es señal de un vínculo sano y seguro.
El propio desarrollo psicomotriz del bebé nos va dando señales de que el vínculo entre la díada madre-bebé se va transformando muy lentamente, (durante los 3 primeros años de vida del niñx) de un estado fusional inicial a un nuevo estado de individuación, separación o diferenciación.
El parto y nacimiento del bebé es la primera separación física y el nacimiento de la díada madre-bebé. Más adelante, alrededor de los 4 o 5 meses, el bebé irá intercalando momentos de estar tumbado sobre su espalda con los primeros volteos. (la o el bebé se da la vuelta y esto le permite observar el mundo de otra manera, tiene la cabeza y cuello más libre y las extremidades lo sostienen). Después, llegarán los primeros desplazamientos, reptando, gateando. (el o la bebé ya se aleja de nosotras) y así, podríamos seguir hasta la conquista de la verticalidad en torno a los 12 y 18 meses.
¿Estos hitos del desarrollo psicomotriz y los que vendrán, qué nos están diciendo del bebé y del vínculo? “Puedo separarme de ti y explorar el mundo, justamente porque he sentido e interiorizado que te tengo”. Y esto no quiere decir que la necesidad de apego físico y emocional desaparezca, sino que va dejando espacio a la necesidad de apertura y separación. Entrando así en la danza de apego-separación que constituye los vínculos madre-bebé. Los bebés con un desarrollo sano, están preparados biológicamente para ir conquistando cierta distancia de su madre. Y nosotras, ¿estamos preparadas para estos cambios? ¿Cuál es nuestra dinámica de apego y separación con nuestros hijos/as? ¿Cómo estamos presentes cuando estamos y cómo estamos cuando no estamos?
La idea de que tengo ganas de transmitir, es que cultivar los límites y los momentos de separación con nuestrxs hijxs y sus demandas, es un ingrediente esencial para alimentar el deseo de estar presentes cuando estamos con ellxs y para garantizar que nuestrxs hijxs no sólo tengan un vínculo único y seguro con nosotras, sino con otras personas adultas de referencia ( padre, madre, abuela, acompañante, etc)y con sus iguales.
También sabemos de que por nuestra socialización de género, las madres y mujeres lo tenemos un poco más complicado en esto de darnos el permiso para atender nuestras necesidades antes que las de nuestros hijos e hijas y sistema familiar. Pero no es algo imposible.
Y también sabemos que es un tema complejo, porque como en la mayoría de aspectos en la crianza, se mezcla con las vivencias que tuvimos cuando éramos bebés y niñxs, con nuestras creencias e imaginarios actuales, con nuestras vivencias durante el embarazo , el parto y el postparto, en el lugar que ocupe cada unx dentro de este nuevo sistema familiar, en cómo este sistema sostiene a la madre, y esto le da confianza para ir soltando a su pequeño/a a ratitos, y otras cosas que entre todas podríamos añadir según nuestra historia de vida.
Lo que sí puedo afirmar es que como madres y mujeres, ir cultivando estos pequeños momentos de ausencia porque delegamos, de límite porque dejamos de querer satisfacer todo lo que lxs hijxs piden, de mirar otra cosa que no sea las necesidades de nuestrxs hijxs o sistema familiar nos aporta:
– Atender nuestra necesidad de descanso, relax y regeneración
– Atender y hacer florecer nuestros deseos más allá de la crianza
– Cultivar la relación de pareja (si la hubiere) y las relaciones de amistades.
– Darnos la oportunidad de rebajar nuestra exigencia como madres.
– Cultivar nuestra conexión y contención emocional que repercute directamente en la conexión y contención emocional que podemos dar a nuestros hijxs
– Salud mental en general para nosotras y para nuestro sistema familiar.
A veces, desde el paradigma de la crianza respetuosa malentendida, en relación con esta cultura nuestra que tan poco cuida las necesidades de la díada madre-bebé y de las criaturas, nos vemos arrolladas a un exceso de presencia y perfeccionismo hacia la crianza, que muchas podéis sentir que no acaba de funcionar.
Criar con respeto no pasa por ser las mejores madres en todo lo que rodea a la crianza y saber de todo. Puede ser realmente agotador y desconectado de nuestra propia esencia. Para aquellas que os resuenen estas palabras, os animo a probar, a “curiosear” en esta dinámica del vínculo de estar y no estar con tus hijos e hijas, para ir sintiendo y encontrando qué es lo que te funciona y qué no. Qué es lo que necesitas y que no.
Eulàlia Solé Altimira
Terapeuta psicomotriu