Resistencias en el proceso de separación-individuación
A menudo se habla de la importancia de una buena fusión/simbiosis entre la figura materna y el bebé (de aquí en adelante me refiero a figura materna o madre como la principal figura de vinculación con lx bebé). Spitz nombra a la madre en esta etapa como el “yo auxiliar”, ya que el niñx depende totalmente de ella siendo la que le cubre todas las necesidades (tanto de alimento, de afecto y seguridad). Es sin duda de vital importancia para el desarrollo psicológico del/a niñx y la integración del YO.
Pero, ¿y después? ¿Cómo es el proceso de separación-individuación? Según Margaret Mahler, los principales logros psicológicos de este proceso ocurren en el periodo que va del cuarto o el quinto mes a los 30-36 meses de vida, aunque se trata de un proceso continuo que nunca puede darse por concluido.
Sobre los 15m el/la bebé quiere acercar a la madre todos sus descubrimientos. Aquí es dónde descubre que los intereses de la madre no eran siempre sus propios deseos o viceversa, descubriendo que la madre estaba a fuera, en el mundo. El/la niño/a toma conciencia cada vez más clara de que debe enfrentarse al mundo por sus propios medios, con recursos relativamente escasos y sintiendo que no siempre puede obtener ayuda, incluso aunque lo exprese verbalmente.
En torno a los 2-3 años, se establece una imagen interna y positiva de la madre, independiente de la satisfacción o no de las necesidades. En esta misma etapa, la adquisición del “no” (que expresa el reconocimiento del niño en su identidad separada de la madre) inaugura una fase de ambivalencia hacia la madre con necesidad de control y dominio.
Hoy quiero indagar en esos casos que por distintos motivos, por parte de la madre, no hay de manera natural este “no dar ayuda” o “no satisfacer las necesidades del bebé” de manera que se sigue alargando en el tiempo esta satisfacción permanente de necesidades más típica de la fase simbiótica. La madre sigue poniendo el/la niñx en el centro, se mantiene exclusivamente pendiente de lo que éste/a puede necesitar para cubrírselo.
Esta dinámica no facilita que lx bebé vaya incorporando la frustración, el espacio y tiempo que hay des del propio deseo/necesidad hasta la satisfacción. Así, le cuesta reconocer que la madre tiene sus propias necesidades distintas a las suyas, que no es él o ella exclusivamente, como tampoco aceptar a otras personas en la vinculación más íntima. Este tipo de relación podría favorecer en el/la niñx la “fantasía de bebé eterno” y de la madre omnipresente.
¿Por qué pasa eso? ¿Qué resistencias pueden aparecer que dificulten la separación madre-bebé? ¿Qué implicaciones puede tener para la criatura? Aquí es importante, como siempre decimos, poder revisarse a unx mismx y ver si actuamos por imitación (repitiendo los patrones de crianza que recibimos) o, por el contrario, por oposición (haciendo todo lo contrario a lo que recibimos).
Por ejemplo, si me sentí abandonada o no atendida emocionalmente cuando era niñx, puede ser que me entregue al 100% a la criatura poniendo mis necesidades siempre en segundo plano hasta que hay algo que me lo confronta. Con dificultades de sostener la frustración de mi hijx y de negarle atención en algún momento por evitar que la criatura se sienta abandonada. O quizás, recibí poco afecto por parte de mi madre y el no darle atención o prioridad a mi criatura lo puedo vivir como una manera de negarle el amor.
Podríamos encontrar muchas hipótesis que explicaran la inercia inconsciente a actuar dificultando la individuación de mi bebé. Lo importante o responsable es hacerse cargo de ello para ver la criatura y a mi misma con las menos interferencias posibles y con claridad respecto a lo que la criatura necesita y sobretodo también, lo que YO necesito.
Respetando esta “distancia óptima” y sana entre la madre y lx bebé, estás educando en el respeto hacia una misma y en que lxs otrxs también tienen necesidades. De esta manera, facilitas también que contacten con la frustración, tan importante y real en la vida. Sólo viviendo la frustración puedes aprender a sostenerla y regularla. Así, es importante no evitarles situaciones que les frustren pensando que así les evitamos sufrir (o evitamos sufrir nosotrxs mismxs más bien).
Comparto una revisión de Evania Reichert dónde describe la importancia de que el/la niño/a experimente de igual modo frustración que placer (libro La infancia la edad sagrada). Según Reichert, “una educación así orientada estimula el desarrollo infantil y crea un buen terreno para el desarrollo de personas autoreguladas, espontáneas y equilibradas. Son personas que se muestran más preparadas para sostener crisis, lidiar con los problemas y sostener sus emociones. Presentan más habilidad en las relaciones interpersonales, pensamiento realista, comportamiento ético, optimismo y perseverancia “ (Reichert, pg. 85. 2011)*.
Creo importante quedarse aquí un momento ya que a veces no pensamos lo que la frustración puede aportar positivamente y no quedarnos sólo en la parte difícil e incómoda o en la lectura sesgada de que “les vemos sufrir”. No es real que en la vida todo sea placentero y que no haya cosas que nos cuesten, que no nos gusten y que no podamos tener. Dosis equilibradas de placer, lo que SÍ obtenemos y gozamos y DISPLACER/FRUSTRACIÓN, lo que NO obtenemos.
Por último, des de la mirada de la Sistémica también sería interesante mirar dónde quedaría la pareja en una dinámica dónde se pone el foco solamente a las necesidades de la criatura, seguramente quede desatendida. Según Hellinger podría haber un desorden al no cuidar el orden natural dónde primero va la pareja y después lxs hijxs. ¿Hay algo en la pareja que no quiere ser mirado? Sería algo que nos podríamos preguntar.
¿Qué podemos hacer si nos cuesta soltar/dejar ir a nuestro hijx? Primero de todo darnos cuenta de ello, tomar consciencia y revisar que me pasa a mí, como viví yo mis vínculos, cómo me sentí yo de niño/a en relación al cuidado de mi madre, en qué lugar me pongo en mi vida. Poco a poco también, puedes ir dejando espacio a la segunda persona cuidadora, que vaya formando parte de algunos hábitos y rutinas, que vayan creando su propia manera.
Si ves que la situación te supera y que no sabes cómo afrontarlo, ya sabes que puedes contar con nosotras.
*Reichert, E. (2011). La infancia la edad sagrada. Barcelona: Ediciones La Llave.
Ortiz P, Duelo M, Escribano C. La entrevista en salud mental infantojuvenil (II): el desarrollo psicoafectivo y cognitivo del niño. Rev Pediatr Aten Primaria. 2013; 15:89.e41-e55. Disponible en: https://pap.es/articulo/11776/
Naima Salrà, psicóloga infantil, juvenil y familiar. Miembro del equipo de Acompañamiento Familiar.