La reubicación de todo el sistema.
Sabemos que la ma-paternidad supone una transformación profunda a todos los niveles: psicológico, físico, relacional, familiar... Con la llegada de una criatura, nuestras prioridades cambian, nuestras necesidades y nuestros intereses, incluso las amistades y relaciones pueden verse condicionadas a esta nueva realidad que estamos transitando, y solemos sentirnos más comodxs con unas personas que con otras. Y en toda esta revolución, también quedamos nosotrxs y nuestra pareja, marido o compañerx de vida. ¿Qué pasa con la relación de pareja cuando llega a nuestra vida una criatura? ¿Qué sucede cuando los cuidados, el cansancio, la falta de tiempo propio, la lactancia y la revolución hormonal (inlcuyendo la oxitocina y su frecuente explosión amorosa) invaden nuestra vida? Pues suele suceder que la relación de pareja, inevitablemente, se va a tener que rubicar después de este tremendo tsunami.
La pareja, ya desde el embarazo, entra en un cambio de ciclo vital, de secuencia de recorrido evolutivo, que suele ser universal a pesar de las diferentes culturas (Ramírez Matos, 2020). Entendemos, por tanto, la familia como un sistema vivo en el que suceden diferentes etapas (Carter y MacGoldrick, 1989).
Con la llegada de una criatura también llega una nueva identidad personal y sistémica: de mujer, hija, pareja y hombre, hijo y pareja pasamos a incluir la identidad de madre y padre. Es en este momento en el que muchas parejas afirman tomar consciencia de «familia», y sus familias de origen suelen pasar a otro plano o un plano secundario. Esta nueva etapa vital incluye un período que pasará, inevitablemente, por estadios de equilibrio y desequilibrio, supondrá un reto que requerirá apertura, reflexión, comunicación y revisión tanto individual como conjunta para llegar a poder satisfacer la necesidad de los proyectos individuales, de pareja y de la familia. Requerirá de una adaptación para poder atravesar esta crisis sistémica.
Ambos miembros de la familia van a ver transformadas, previsiblemente, sus diferentes ámbitos vitales (profesional, laboral, social, familiar y de pareja) a la llegada del nuevo miembro, adaptándose globalmente a las necesidades y ritmos de la criatura para poderla colocar en el centro de sus prioridades (Carbonel, s.f).
Asimismo, las relaciones con el sistema de origen se verán reacomodadas por la nueva situación, y pueden suceder cambios importantes y reajustes propios, los cuales pueden favorecer o perjudicar los vínculos establecidos (especialmente cuando no se encuentra cuidado, apoyo y respeto hacia la nueva identidad de madre y padre y el estilo de maternaje elegido).
Desde la visión de la Ecología de Sistemas Humanos, sería deseable que, durante esta etapa de máxima sensibilidad, la función prioritaria del padre o acompañante sea la de cuidar, facilitar y proteger al máximo la díada madre-bebé. Esta nueva realidad no tiene porqué desplazar a la pareja de la madre, sino que la emplaza, la cita para el desarrollo de otra función, proponiéndole un rol de vital importancia como lo es el sostén de la unidad madre-bebé. Creo que es necesario resaltar que la evidencia científica ya desde hace mucho, ha demostrado que lxs recién nacidxs necesitan fundamentalmente a sus madres, ya que “el hábitat del bebé es el cuerpo de su madre” (Nils Bergman).
Así, la misión de la pareja en este momento de establecimiento del vínculo entre la madre y el bebé, es fundamental. La madre puérpera suele encontrarse en estado de fusión con la criatura, y puede sentir la necesidad de sucumbir a la instrospección propia del puerperio, sintiéndose acoplada a los ritmos y necesidades del bebé y viviendo con dificultad el manejo de temas logísticos, tareas domésticas, cuidado de otros hijos o establecimiento de límites con personas de fuera. Estas tareas, idealmente, debería ser asumidas por la pareja (o persona que elijan), así como lo sería el respeto, empatía y aceptación hacia la recién madre. Esto no es una tarea sencilla, ya que partimos de unos mandatos culturales y sociales relacionados con la masculinidad y la paternidad que deberán revisarse individualmente para poder deconstruir los posibles pensamientos limitantes que pudieran interferir en este rol de protección y sostén tan necesario para la díada.
Existen, sin embargo, diferentes situaciones que pueden dificultar esta disposición. Es necesario que cada familia encuentre su propia manera de transitar este período, sintiéndose en libertad para poder tomar las decisiones que sientan adecuadas y necesarias para el bienestar de su propio sistema familiar.
Con todo esto, el área relacional, íntima y sexual de la pareja, tendrá que reajustarse también y adaptarse a las peculiaridades y características propias del momento, a los tiempos y a la nueva situación.
Muchas mujeres y hombres expresan sentir alteraciones en el deseo sexual, en su líbido y deseo ya desde el embarazo o incluso desde la búsqueda. Esto es frecuente y fuente de preocupación en muchas parejas.
La subida de hormonas que sucede durante el embarazo, concretamente la progesterona y los estrógenos, puede conllevar una elevación del deseo sexual en la mujer. Al alumbrar la placenta, estas mismas hormonas caen en picado, y puede incrementarse la prolactina en caso de favorecer la lactancia materna, lo que posiblemente producirá una bajada en el deseo sexual en la mujer y una escasa lubricación, frecuentemente durante el período que dure la lactancia materna o, por lo menos, los primeros meses de la misma.
También se ha visto que puede darse una disminución en los niveles de testosterona en los varones que se implican en la paternidad, (Lee Gettler et al, 2012) haciéndolos más sensibles hacia las demandas de los bebés.
Además de las hormonas, la importancia del resto de factores será también importante: los cambios físicos, los psicológicos y emocionales y el cansancio y falta de sueño marcarán en gran medida el período posparto.
Afrontar la crianza puede ser una experiencia preciosa y llena de aprendizajes, y también puede generar inseguridades y miedos a uno o ambos miembros de la pareja. Todas las madres y padres, y especialmente lxs primerizxs, se cuestionan aspectos básicos como si el bebé se estará alimentando correctamente o cuál es el motivo de su llanto, y, en definitiva, si están haciendo las cosas bien. Esta inquietud sumada al cansancio, los cambios en las rutinas o sus nuevas responsabilidades hacen que, muchas veces, los ma-padres se vean perdidos y abrumados y que la nueva situación afecte a su vida en pareja.
Es necesario que ambos miembros de la pareja sean conocedores de los factores anteriormente mencionados para comprender las variaciones que puede darse en la relación, en la intimidad y en el deseo sexual, y poder tomar consciencia de posibles y revisar posibles sentimientos de rechazo o abandono que puedan experimentarse por no tener la información y comunicación necesarias.
Sin duda, esta transformadora etapa nos invita a revisar y modificar nuestros anteriores patrones de relación afectivo-sexual y es posible que sintamos la necesidad de encontrar nuevas formas, tiempos y prácticas para mantener el bienestar de la pareja y de cada uno de sus miembros.
Me gustaría mencionar que, el tipo de convivencia que había antes de la llegada del bebé, los distintos rasgos de caracter de los miembros de la pareja, los estilos de apego y la capacidad para gestionar una crisis van a marcar, sin duda, la diferencia. También lo van a hacer la intención y motivación para revisar y reajustar las propias creencias y dificultades para adaptarse a la nueva situación.
La comunicación, el apoyo, la paciencia y el reconocimiento mutuo serán fundamentales para hacer el camino más llevadero y poder hacer de esta experiencia una oportunidad de crecimiento individual y de pareja.
No olvides que un tiempo de adaptación va a ser necesario, así como una dosis extra de compasión y cariño. Sin embargo, si sientes que es demasiado para vosotrxs, el acompañamiento psicológico especializado en la etapa perinatal puede resultar de gran ayuda en este momento.
Iris Gómez, Psicóloga del equipo de Acompanyament Familiar.
Bibliografía:
- RAMÍREZ MATOS, E. (2020) “Psicología del Posparto”,Editorial Sintesis.