Estamos en un momento de mucho caos (ergo muchas posibilidades). La sociedad se levanta y se pronuncia sobre temas políticos de una forma que hacía años que no se veía. Manifestaciones, caceroladas, reivindicaciones, etc. Los ánimos están caldeados, sea por los motivos que sea y esto, evindentemente, llega hasta el ámbito del acompañamiento y de la crianza.
Puede ser que como adultx no sientas que estás en este lugar de influencia y afectación porqué, sencillamente, no va contigo lo que está sucediendo fuera. Tienes todo el derecho de vivirlo así, aunque a pesar de ello, tus hijxs no son inmunes a lo que se respira en las calles, en las escuelas, en los parques y en las reuniones familiares. El aire que se respira es el mismo para todxs, por lo tanto, la información del ambiente está también disponible para ellxs.
Muchas familias se acercan estos días hablando de la dificultad de sus hijxs para conciliar el sueño, para encontrar momentos de relax y de paz, para dejar de expresar enfado y rabia. Sienten que sus retoñxs están más enervados de lo normal; observan como en sus relaciones con el entorno hay más miedo, o más enfado, o más de todo.
El otro día leía un artículo de una madre que explicaba como su hija le confesaba que tenía miedo de que hubiera una guerra y de que la metieran en la cárcel. En el inconsciente de muchxs ha aparecido este temor, puesto que las memorias históricas de nuestras tierras se despiertan al revivir momentos tan crispados y tensos. En España, hace poco menos de 40 años, se funcionaba bajo las órdenes de un dictador militar. Hay quien piensa que esto no ha cambiado mucho y que lo que sucede a nivel político y social (que no es lo mismo), es consecuencia de no haber cortado de raíz la hiedra sino de, simplemente, haberla cambiado de tiesto.
Más allá de las convicciones y creencias de cada unx, ¿qué nos pasa con nuestrxs hijxs estos días? ¿Cómo estamos en nuestros hogares, en nuestras escuelas, en nuestros encuentros sociales?
Hay quienes aprovechan este movimiento colectivo para difamar sobre el trabajo que maestxs, padres, madres y educadorxs en general hacen con lxs niñxs. Usan la afectación emocional de las personas humanas que somos -antes que ser profesionales- para reclamar que no se manipule a lxs menores. ¿No se dan cuenta que la manipulación y la influencia son cosas diferentes? Meten en el mismo bote ambos conceptos para hacer su política partidista.
A estos políticos les diría que es imposible no influenciar a nuestrxs hijxs -al igual que es imposible no influenciar a las personas de quien unx se rodea-. Sea por los movimientos de las últimas semanas, sea por desavenencias con nuestras parejas, sea porqué estás cansadx o enfadadx, etc. Lxs niñxs son esponjas que todo lo perciben y todo lo sienten; absorben aquello que les rodea como mecanismo de adaptación al medio; aprenden de su entorno. La función de lxs adultxs no es encorazar sus propias emociones adultas, sino regularse en presencia de lxs niñxs y poder acompañar todo aquello que cada situación mueve en sus hijxs.
Cuando las personas adultas nos sentimos movidas por lo que sea -en este caso hablo de la situación política, pero sirve para cualquier otra situación – esto les llega, irremediablemente, a lxs más pequeñxs. Es nuestro deber como responsables de éstxs, que podamos gestionar nuestros movimientos emocionales de una forma adulta, es decir, que podemos abrirnos a vivir aquello que nos carcome por dentro, pero siempre en un lugar seguro para nuestrxs hijos. Me explico: desatar el torrente emocional adulto es muy sano siempre y cuando lo hagamos en un espacio cuidado con alguien que nos pueda sostener. Lxs niñxs no están preparados para hacerse cargo de nuestras emociones adultas, por la sencilla razón que ellx no están en esta etapa del desarrollo y nuestra expresión desbordada puede dejarles con la sensación que aquellxs que deben velar por su bienestar y seguridad, están deshechxs y no pueden hacerlo. No es la responsabilidad de un hijx menor el hacerse cargo de nuestra complejidad adulta. ¡Soltemos, expresemos, gritemos, lloremos desconsoladamente, si! Y hagámoslo con quien pueda sostenernos.
Lejos de esto está el poder compartir con ellxs nuestras emociones más adultas: podemos llorar y gritar, enfadarnos y expresarnos. ¡Claro! Sólo con la mirada puesta en que por vivir lo que vivimos no dejamos de ser adultxs responsables que pueden priorizar la necesidad de sus retoños en un momento determinado. Teniendo claro que nuestra gestión emocional va a ser su principal escuela y que es nuestro deber poder transmitírsela con matrícula.
La situación social y política de hoy en día entra en nuestras casas; la televisión, la radio, las banderas en los balcones, las cacerolas cada noche, las multitudinarias manifestaciones…..es un momento histórico que todxs vivimos desde nuestro enfoque personal. Y obviamente nos produce movimiento interno. Lxs niñxs viven nuestra realidad. No es malo ni bueno. ES. Son parte del mundo que les rodea, aunque no les dejemos elegir sobre él (¡si lo hicieran otro gallo cantaría!).
¿Tienes un espacio adulto para poder expresar todo lo que vives por dentro? ¿Estás en contacto con un grupo suficientemente afín para que pueda sostener y compartir tus vivencias? ¿O por el contrario aprovechas los espacios familiares para hablar del tema sin filtros? ¿Puedes tener espacios privados para mirar imágenes, escuchar parlamentos de diputados y comentar la “jugada” con total libertad de palabras y gestos?
En estos días en que las dificultades para dialogar, empatizar, comprenderse están tan alejadas del equilibrio, ¿cómo les podemos seguir enseñando a nuestrxs hijxs que la mejor forma de actuar es con mediación, con palabras y con comprensión? Si, es complicado explicarle a tu hijx que, a veces, la policía pega. Es complicado justificar la brecha que se está ensanchando por falta de capacidad de gestión de conflictos. Estamos lejos de poder relajarnos y enseñarles con orgullo a nuestra prole el mundo que les dejamos. Todo y así, no desistamos: aquellxs que creemos que un mundo mejor es posible, seguiremos trabajando para inculcar valores de solidaridad, respeto, paz y diálogo a aquellxs que serán los que se hagan cargo de las sociedades futuras. Tal vez los conflictos que surgen estos días entre lxs niñxs sean la medicina que necesitamos como cultura: poder tomar de sus rencillas la capacidad que se despierta para encontrar puntos comunes y así descubrir el importante valor de honrar el MATERNAJE por encima del patriotismo como forma amorosa de vivir en sociedad.