3 de diciembre de 2024

¿POR QUÉ MI HIJX ME LO PIDE TODO LLORIQUEANDO?


Lxs niñxs, por naturaleza, deben pedir a las personas adultas que les sustentan aquello que necesitan. Cuando nacemos, los seres humanos, no nos valemos por nosotros mismos. Al salir del cuerpo de nuestras madres, estamos físicamente completos, pero motriz y cognitivamente en desarrollo. En el útero se forma toda la estructura muscular y ósea, mientras que en la exterogestación (9 meses siguientes) completamos nuestro desarrollo nervioso. Es por eso que, a falta de maduración para el habla y el movimiento, nos servimos del mecanismo del llanto para poder hacer saber que necesitamos algo.

Llorar es sano, siempre que la respuesta que recibimos del entorno adulto sea la adecuada y nos permita establecer un puente coherente entre la forma de pedir, y el amor que debe acompañar cualquier intervención o apoyo externas. Así, poquito a poco, vamos comprendiendo el mundo que nos rodea; si es amable para acompañarnos en nuestro desarrollo, o si por el contrario “molestamos” a unxs adultx demasiado ocupadxs con su propia vida. Cuando el llanto del bebé no se trata desde la comprensión profunda que ese mecanismo es su única fuente de comunicación con el mundo exterior, aparecen los pensamientos adultizados tipo “este niño me quiere manipular”, “esta niña es una llorona, déjala un rato para que se curta”, etc. Por el contrario, cuando las adultas maternantes tienden a la sobreprotección, el llanto del bebé se acompaña con excesiva preocupación y carga en la mirada, por lo que, a lo largo de su desarrollo, se tiende a evitar cualquier tipo de displacer en lx niñx que, a medida que va creciendo, tiene una enorme incapacidad para tolerar la frustración.


¿Cuál crees que es/ha sido tu perfil en esta etapa de tus hijxs bebés?

A partir de los 9 meses (siempre aproximadamente, claro) lxs bebés sanxs van empezando a poder interaccionar con el entrono: pueden desplazarse, aprenden a señalar con el tiempo, conocen más el mundo externo y, por lo tanto, ya podemos ir transformando la forma más simbiótica de acompañarles. Cada vez más, con el tiempo y la experiencia, aprenderán a relacionarse con el mundo que les rodea y a interaccionar con él, establecerán el habla, maduraran sus movimientos y, a la larga, aprenderán los códigos relacionales más efectivos para conseguir lo que quieren.

A partir de aquí, es importante que nos observemos como adultxs en nuestra forma de percibir su llanto: ¿me molesta porqué pienso que sólo lo usa para manipularme? ¿le dejo llorar para que aprenda a defenderse solx?, o por el contrario, ¿me molesta el llanto porqué pienso que si no lx salvo se le va a generar un trauma? ¿evito a toda costa que se frustre?


¿Cómo te defines en relación al llanto de tu hijx?

Debemos observarnos en nuestra forma de acompañarles en cualquier momento: cómo nos acercamos a ellxs; si nos ponemos en su nivel para hablarles; si podemos mirarles con amor y empatía en sus dificultades (por más naïfs que nos parezcan); qué tono de voz utilizamos, etc. Todo ello, nos va a dar una idea de cuál es nuestra disponibilidad interna real para sostenerles, y qué mensaje les llega a ellxs sobre nuestra apertura con relación a sus necesidades. Este estado adulto que lxs niñxs perciben con extrema facilidad, provoca que comprendan qué camino deben tomar para hacer efectivas sus demandas. Cuando el “lloriqueo” se instaura en el pedir infantil, es importante deshacer todo este camino previo que te contaba: revisar qué tipo de mapadre he sido en relación con el llanto de mi bebé, de mi niñx exterogestante hasta llegar al punto actual. Llegados a este punto donde te invito a que respondas de verdad -y sinceramente- las preguntas anteriores. Cuando lo hayas hecho, aquí te propongo una reflexión más:


¿Has enseñado a tus hijxs a esperarse?

Puede ser que la espera haya sido para que se “espavilara” ya desde muy pequeñx; o bien puede haber sido lo contrario, que no has permitido que tu hijx se espere ni un segundo cuando pide cualquier cosa, pasando reiteradamente por delante de tus necesidades o las de tu pareja. En ambos casos es muy importante -y urgente- una revisión de tus patrones de comportamiento; conocerlos, saber de dónde vienen y a qué finalidad sirven. Enseñarles la espera sana (recuerda que hablo de bebés exterogestantes y/o de niñxs) es una herramienta indispensable para su Vida y para que vayan integrando la percepción del tiempo, puesto que lxs niñxs viven en el presente infinito.

Si por el contrario, no te defines con ninguno de estos dos perfiles anteriores y sientes que has podido acompañar a tu hijx en la espera y la gestión sana del llanto, aquí es importante observar, revisar e investigar, qué puede estarle pasando para que use este canal del “lloriqueo” para pedirte las cosas. Si tu hijx tiende a la expresión emocional fluida, cabrá revisar qué hace que se estanque en una emoción más desempoderante para pedirte lo que desea. Porqué, claro está, cuando un niñx lloriquea, ¡es que algo necesita! Y es nuestra responsabilidad calzarnos la vestimenta de Agatha Christie para descubrirlo. Si hablamos de niñxs que tienen dificultades para la expresión emocional, es decir, es niñxs que normalmente es difícil saber lo que les sucede porqué tienden, o bien descontar sus emociones, o bien reprimirlas, allí tenemos una pista más clara para reconocer que, efectivamente, el lloriqueo es un mensaje infantil (aunque también lo usemos lxs adults, ¡claro!)

Te invito a que puedas fijarte qué cambios, situaciones nuevas, incomodidades, etc. puede estar atravesando tu hijx para poder estar manifestando este tipo de llamada de atención. Por ejemplo: ha empezado en la escuela, le viene unx hermanitx, mudanza de vivienda o de escuela, separaciones, muerte de un ser cercano, abuso, bullying, empieza a estar enfermo, etc. No te quedes de brazos cerrados ante este tipo de comportamiento. Ya sea que tu hijx necesita más límites de tu parte, más amor, o más presencia, sólo tú puedes dárselo.


¿Qué es lo que haces cuando tu hijx lloriquea?

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Feliz crianza.

Elisenda Pascual