¿Qué relación tienes con tu cuerpo? ¿De (ab)uso o de respeto?
Es poco común que nos plateemos cómo nos relacionamos con una parte de nosotrxs mismxs, ¿verdad? Somos nuestro cuerpo. También nuestra mente y nuestra emoción. A su vez, no somos nada de eso, si no des identificamos de lo que hacemos, pensamos y sentimos.
¿Qué opinas sobre tu cuerpo? ¿Qué sentimientos tienes alrededor de él? ¿Cómo le hablas? ¿Cómo le escuchas? ¿Cómo registras las sensaciones que provienen de él? ¿Cómo permites que se exprese? ¿Cómo atiendes sus necesidades? ¿Sabes qué necesita? ¿Qué relación tienes con el espejo?
Te propongo que te preguntes cómo es tu relación con él: ¿de amor o de desamor? El amor abre campos de escucha, reconocimiento, tiempo, inclusión, atención-intención y libertad; el desamor trae sordera, ignorancia, prisa, rechazo, abandono y dominación.
En toda relación libre se puede elegir. La elección viene después de la escucha. Para ello hace falta tiempo -para que el lenguaje del cuerpo hable, mucho más lento que el de la mente-, atención -para focalizarse- e intención -para direccionar la atención.- Al sentir tu cuerpo, ¿puedes abrazar incondicionalmente lo que te ocurre? ¿rendirte a lo que notas más allá de lo que la mente diga (bueno, malo, feo, bonito?). La grandeza de una persona se puede ver en su capacidad por amar lo que vive. (Nietzsche)
En una relación de dominación hay una parte que manda y otra que obedece. Me encuentro cada día en terapia este tipo de relación, la tiranía interior. La mente, tirando la cuerda por un lado y el cuerpo y las emociones, tirando del otro. Deber versus querer. ¿Te suena? La mente suele actuar como la-manda-más de esta tríada, controlando el libre fluir corporal y emocional. La metáfora del carruaje explica esta relación: la mente representa el cochero, los caballos son las necesidades/deseos (impulsos vitales) y el carruaje simboliza al cuerpo. El cochero-mente dirige a los caballos-impulsos para mover al carruaje-cuerpo. Cuando el cochero se pone muy exigente y somete a los caballos continuamente a lo que deberían hacer sin escuchar lo que necesitan, el carro no tira. Si el deberismo domina a la mente y se niegan los impulsos del querer/necesitar, el cuerpo duele o enferma. La distancia que existe en la relación entre el cochero y los caballos, es la distancia entre mente e instinto (o cuánto hayas domesticado tu animal interno) y se traduce en salud corporal.
Esta distancia se puede cultivar por varios mecanismos. Por ejemplo: La desconexión y las reacciones desviadas: ¿Estas cansadx y no te paras? ¿tienes sueño y comes? ¿tienes ansiedad y compras? Otra es la prisa: ¿No tienes tiempo para hacer yoga, comer sano, echarte una siesta? Otra es el rechazo: ¿Lo que sientes no te gusta? ¿Es incómodo y lo apartas de tu atención? ¿Tu cuerpo no es un lugar seguro? (puede ser una consecuencia de haber recibido tratos abusivos) ¿te esfuerzas para vivir fuera de él como manera de sobrevivir? Otra es la complacencia: ¿Pones siempre tus necesidades después de las de los demás?
Tener este tipo de relación con la propia corporalidad es totalmente comprensible en el marco de una cultura patriarcal, que nos ha programado para ceder nuestro cuerpo para ser amadxs, reconocidxs y aceptadxs. La domesticación patriarcal sobrevalora los resultados por encima de los procesos, justifica la violencia para conseguir fines, invisibiliza la sensibilidad, acalla la fuerza agresiva sana al servicio de la expansión, castiga aquello que juzga como negativo, niega el dolor y la muerte, entre otras. En estos términos has aprendido a vivir también en tu propio cuerpo. Yo le llamo la relación robada. Tener una relación patriarcalizada con el cuerpo conlleva ponerlo al servicio de las metas de nuestra mente, usarlo como un medio para conseguir fines. Perder la presencia, la magia de estar conectadx a lo que eres y sientes en este precioso instante. Perder la vivencia de habitar un cuerpo vivo en respiración, movimiento y energía, espontáneo al momento presente y guiado por el placer (placer entendido la plenitud en lo sensorial). Eso es perder al cuerpo.
A este tipo de okupación del propio cuerpo le llamo cuerpo-sacrificio, lo opuesto a lo que llamo cuerpo-placer. En nuestra cultura, habitar un cuerpo-sacrificio es aún más probable si eres mujer, debido a la dominación ancestral de lo masculino sobre lo femenino. Ser mujer y ser madre es ya la ecuación top del rànquing para el cuerpo-sacrificio. La maternidad es la tarea más compleja del mundo, comprometiendo a todo el cuerpo en sus multiples dimensiones y con un nivel de entrega que resulta ser inversamente proporcional al poco caso que se le hace en las esferas políticas y sociales. Esta falta de apoyo alimenta la existencia del cuerpo-sacrificio. ¿Esperas a que te duela algo para cuidarte? Son buenos tiempos para que se tambalée este patrón corporalizado y para preguntarte hasta qué punto la cultura se ha entrometido entre tú y tu experiencia corporal. Son buenos tiempos para cuestionar si la crianza respetuosa con tus hijxs ha sido poco respetuosa contigo.
El motor del cuerpo-sacrificio vive en tu mente en forma de introyectos, creencias que te tragaste sin digerir en tu infancia como si fueran verdades absolutas. Estas ideas se instalan en la geografía física y energética de tu territorio corporal en forma de corazas musculares, que son anillos de rigidez hechos de tejido conjuntivo, músculos, arterias, venas, huesos y órganos como reacción a tu vida afectiva. Se construyen mediante la retención de la espontaniedad del movimiento, ocultan la historia de nuestras tensiones y tienen el poder de encapsular tu energía vital. Son la manifestación de la vida inhibida. ¿Cómo se forman? He aquí una situación que ilustra esta dinámica. Si cada vez que de niña querías gritar al enfadarte y esa reacción fue censurada por tu entorno (las niñas no gritan, por ejemplo), no tuviste más remedio que dirigir esa fuerza expansiva hacia adentro y atragantarla en tu cuerpo, quedando retenida en tus corazas musculares y éstas, a su vez, reteniéndote a ti. Todas las veces que nuestro animal interno ha sido negada de manera repetida y sin respeto por las necesidades vitales, la coraza se ha alimentado.
El trabajo terapéutico corporal permite poder acceder a la vida emocional inconsciente grabada en el cuerpo, aquélla que ha sido puesta debajo de la alfombra. Es la experiencia afectiva prohibida la que ha aprisionado al cuerpo físico. El lenguaje del cuerpo es sincero porque se limita a las experiencias que le han dado forma y puede ir más allá que las palabras, que a veces pueden ser incluso un impedimento para la emoción, la vivencia y la memoria. Para liberar la rigidez del cuerpo es necesario traspasar su coraza afectiva y dejar que exprese su lenguaje de vida en forma de movimiento para la liberación de la energía vital reprimida. No basta con la voluntad, porque el cuerpo no se rige por ella. En este caso querer no es poder, sino que la liberación viene a través de la respiración y movimientos con ejercicios, dinámicas y manipulaciones que tienen la mirada puesta en el des-encorazamiento.
Reich describió siete anillos/segmentos de la coraza muscular que se forman en momentos concretos del desarrollo evolutivo de la infancia y que sensan diferentes estados emocionales según la zona del cuerpo que comprometan. Según fuera tu vivencia placer y displacer en los diferentes momentos evolutivos has desarrollado más un anillo corporal u otro quecrean rigideces en tu cuerpo adulto y le dan la forma física que tiene. Cada anillo se ocupa de retener un tipo de expresión emocional. ¿Tienes dificultades para llorar? Puede indicar tensión en tu segmento ocular. ¿Haces bruxismo nocturno? Puede que el anillo oral esté reteniendo emociones como la tristeza profunda, el enfado, la desesperación, la cólera y la frustración. ¿Puedes pedir lo que necesitas? ¿Tragas cosas que no dices? El segmento del cuello corresponde a la expresión y comunicación de aquéllo que necesitamos. ¿Te cuesta aceptar las cosas como son? El anillo torácico te impide abrirte a la vida como es y guarda los recuerdos traumáticos de no ser aceptadx como fuiste, con la sensación de rechazo o abandono. ¿Puedes sentir el placer de tus genitales? El segmento diafragmático separa al cuerpo entre arriba y abajo y guarda la angustia, como expresión del rechazo del placer. ¿Tienes la necesidad de controlarlo todo? El anillo abdominal guarda la angustia de separación y el miedo a ser abandonadx, lo que se traduce en control. ¿Sientes que tu ira es destructiva? Puede que el segmento pélvico contenga dificultades en la sexualidad.
En definitiva, perder a nuestro cuerpo es perder nuestra identidad. Nos hemos acorazado cuando hemos dicho “no” a la vida, o sea al amor y “sí” al miedo, o sea a la negación de nosotrxs mismxs. Me motiva pensar que este proceso de pérdida sirve para que nos reencontremos más y mejor. Creo que en la herida reside la semilla para el crecimiento, en la oscuridad late la fuerza de la luz. Me encanta pensar que el movimiento de desarrollo interno que estamos caminando tantas personas en estos tiempos es un faro de luz para que lxs niñxs vean con sus propios ojos que sus mamás, papás, sus tíxs, sus abuelxs, maestrxs y cuidadorxs, abren las murallas del cuerpo. Un cuerpo, cerrado a cuál baúl, que custodia el tesoro inspirador para la humanidad venidera: la fuerza del corazón. La misma fuerza que permite que habites un cuerpo libre y menos supeditado a la dominación, la misma que permite crear sociedades con las mismas premisas: el amor (vs el miedo), la unidad (vs la fragmetación), la escucha (vs la tiranía).
Lara Terradas
Psicòloga Col.15613
Terapeuta Corporal, Gestalt, Infantil i Familiar
Fundadora de +COS: Laboratorio psicocorporal para la vida fluida