Escribo estas líneas en primera persona. Hablo de mi experiencia como madre primeriza de gemelas, aprovechando mi profesión como psicóloga que me ayuda a poner orden y conciencia a la vivencia, centrada especialmente en el vínculo. Este texto no es una recopilación de casos ni nace de ninguna investigación. Deseo que pueda resonar y aportar claridad a alguien que haya pasado por una experiencia similar o que le interese este ámbito.
Me quedé embarazada en marzo de 2020, justo después de que estallara el covid. Mi primer embarazo deseado y buscado, en pareja. Nuestras hijas están a punto de cumplir los 4 años ya. Ellas son gemelas univitelinas, del mismo embrión, compartían la placenta pero cada una tenía su bolsa amniótica.
¿Cómo recibí la noticia de que eran dos? A las 7 semanas ya lo supe, pues tuve unos sangrados por los que fui a urgencias y me hicieron una ecografía. Yo estaba muy asustada, tenía miedo de que el embarazo no hubiera ido adelante. Cuando me hicieron la eco y sentí un latido, me emocioné de alegría, pude respirar tranquila. La ginecóloga me dijo "¡espera espera, que hay otro!". Movió el ecógrafo y se vio otro embrión que también tenía latido. Doble latido! ¡Eso sí que no me lo esperaba! La alegría, por eso, no fue doble la verdad. Fue una parte de alegría porque había vida y... la otra parte, aún por procesar.
Fueron unos días de digerir poco a poco lo que significaba. De verter los diferentes miedos. Si ya nos había costado la decisión de tener una criatura, a nivel logístico, económico, cómo nos cambiaría la vida... ¿Cómo encajar que fueran dos? Más miedos e incertidumbres en nuestro momento.
Un día fui a conocer al hijo que una buena amiga había tenido, yo ya embarazada. Recuerdo perfectamente la imagen de verla a ella cogiendo al bebé en brazos y poniendo al bebé delante de su cara. Esta "típica" escena de vínculo entre madre-bebé. Yo no tendría eso, no este uno a uno. Sentí tristeza. El duelo de no tener la exclusividad en el vínculo de yo y el bebé. De éste uno a uno. No sabía cómo sería mi vínculo y experiencia, pero sabía que así no sería. Lo que yo esperaba de entrada, ser madre de uno, no sería.
No sé si es casualidad o no, pero yo crecí junto a unas amigas gemelas también (ellas bivitelinas, "mellizas"). Una de las primeras cosas que hice cuando supe mi embarazo gemelar, fue invitarlas a casa para compartir la noticia y que me explicaran su experiencia. Lo que me recomendaron es que desde dentro de la pandilla les hablara a cada una con su individualidad, en singular y por su nombre. Que evitase el hablar de las "niñas" en plural como si fueran un "pack". Me explicaban que a ellas les compraban cosas iguales a pesar de tener gustos claramente diferentes.
Así empecé a hacer, a hablarle a cada una por separado. Dirigirme primero a una, después a la otra, a ver lo que me salía para cada una. Muy pronto ya tuvimos el nombre de cada una y según como estaban colocadas en la pandilla, les íbamos siguiendo la pista.
Desde muy pequeñas las hemos vestido casi siempre diferente. Ya se parecen lo suficiente físicamente como para vestirlas iguales o cortarles igual el pelo. Hemos intentado que la gente pudiera diferenciarlas físicamente, nosotros siempre lo hemos podido hacer, eso sí! Dar matices a los comentarios de la gente cuando dicen "¡es que son iguales!", y nosotros responder "se parecen sí, (pero iguales no son)". También hemos tenido muy en cuenta el proceso evolutivo de cada una. Intentar no comparar, entender cómo aprendía una, cómo aprendía el otro, sus tempos, sus maneras. También hemos tenido en cuenta tener momentos de exclusividad con cada uno, aunque es algo que nos cuesta por falta de tiempo y por logística.
Todo esto lo hemos tenido en cuenta, para diferenciarlas y cuidar su individualidad. Pero si pienso en el vínculo, con lo que se ha generado de mí hacia ellas, de mí hacia las dos, hay algo que no es doble, que es UNO. La experiencia es UNA, sobre todo la inicial, cuando se crea el primer vínculo (entendiendo que éste se va transformando y evolucionando). Mi sensación es que he tenido UN embarazo, UN postparto, UNA lactancia, UN destete, .... UN VÍNCULO.
Ha habido momentos de tú a tú, de una en una , pero más bien para poder llegar a las dos, por logística. Porque en el post parto, en los inicios del vínculo, mi voluntad era estar conectada a las dos siempre, de golpe. Como cualquier madre que acaba de tener un bebé. La mamá leona, y más siendo primeriza, se despertaba con las dos como una única fuerza, "mis bebés".
Fui desarrollando técnicas y habilidades para usar los dos brazos, las dos piernas, los dos pechos, para atenderlas a las dos a la vez (¡siempre y cuando pudiera!). Los dos bebés me necesitaban por igual, y yo a ellos también! A día de hoy todavía agradezco poder tener dos piernas y dos brazos para poder ofrecer mi cuerpo a las dos a la vez.
Aun así, por esta logística y "supervivencia" que comentaba, en el mundo de gemelos, se dice que está el gemelo del padre/madre y el de la madre/padre. Un bebé de cada progenitor (¡en el caso de que hay dos claro!). El bebé que ves que tolera mejor no estar con la madre, es el que está más rato con el otro, y así se va generando más vínculo entre ellos y se acaba fortaleciendo más estas relaciones dos a dos. ¡A nosotros nos pasó, de hecho todavía es así a día de hoy!
Este verano he hecho un "click". De repente, me he dado cuenta de la dimensión de la situación. Que tenemos dos hijas, que tenemos logística de ser cuatro, que tenemos ropa para dos criaturas, que tenemos los gastos para dos hijas y que ¡nuestro cansancio es de tener a dos hijas también! En este sentido, he podido empezar apreciar más diferencias entre ellas también. Más apreciaciones en la relación entre ellas. A reflexionar cómo debe ser por ellas tenerse la una a la otra, como hermanas y quizás incluso como amigas.
¿Qué ha pasado? ¿Cuál ha sido el cambio? Creo que se ha acabado el proceso de separación de mí entre ellas, de la simbiosis de mi hacia ellas como este UNO que mencionaba. Ahora empieza la separación de mí entre ellas. El inicio "más separado" del vínculo de una a una, de mí hacia cada una de ellas. Percibir con más claridad cómo es estar con una y con la otra, los gustos, las complicidades, las bromas.... Se acaba mi experiencia como madre en UNA dirección para dar lugar a una estructura claramente de UNA madre hacia DOS hijas. El vínculo se transforma.
Gracias M y S para regalarme esta super experiencia en la que aprendo y crezco cada día. ¡Gracias I para hacer este equipo! Os quiero.
Naima Salrà
Psicóloga de Acompanyament Familiar