La mort

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El món on vivim vol oblidar l’existència de la mort. La societat tendeix a amagar aquesta realitat amb la ignorància. La mort ens interpel·la, ens toca fort i molt endins, i moltes vegades no podem integrar-la al nostre cor perquè ens genera molt de dolor. I si és complex comprendre’l com a adults, què fem amb els nens?

Per als infants és un dels conceptes més difícils de comprendre, que requereix mecanismes molt elaborats d’abstracció i interiorització, a més de la intensitat emocional amb què arriba. El nen, segons la seva edat, entendrà la mort de manera diferent, seguint un procés evolutiu, que va de la mà del seu desenvolupament cognitiu i emocional. De mica en mica tot anirà sumant per tenir una perspectiva més elaborada.

Cuando evitamos hablar de la muerte les estamos transmitiendo nuestros miedos y angustias. No hablar no significa que no les comuniquemos nada. Al contrario, de este modo lo hacemos más que hablando, porque comunicamos también con lo que no hacemos o no expresamos verbalmente. Si evitamos hablar, lo que aprenden es que preguntar no está bien, o es algo malo, ya que los adultos no lo hacen. Si prestamos un poco de atención veremos que siempre es peor lo que nuestra mente puede inventar e imaginar que la realidad.

Tener una idea elaborada de la muerte les dará la oportunidad de tener un espacio dentro de su mente donde poder ubicar la experiencia, como si fuera una especie de antídoto. Por supuesto que habrá emocionalidad por parte de los niños, pero estos habrán podido forjar un esquema interno en el que poder ubicarla y, aunque seguirá habiendo dolor, no habrá tanta desolación. Debemos poder comprender, como adultos, que la manera en la que menos ayudamos a los niños es no dándoles experiencias donde puedan albergar la muerte en algún lugar, dentro de su propia experiencia y de su desarrollo, tanto mental como emocional y corporal. Evitar la frustración sólo hace que no puedan encontrar herramientas para superarla.

La muerte forma parte de la vida y, por lo tanto, el niño que vive la verdad es capaz de afrontar la vida. Una buena manera de hablar de la muerte con los niños puede ser respondiendo a sus preguntas de forma espontánea, o basándonos en experiencias reales que estén al alcance de su vida. Los niños, mayoritariamente, se interesan y preguntan, ya sea porque ven a un animal muerto, o bien porque la muerte se ha producido en alguna persona cercana a ellos. Habrá que tener en cuenta el hecho de respetar los ritmos y la evolución de cada uno de ellos, adaptando el nivel de las respuestas, con naturalidad y sin mentiras.

Una bona actitud podria estar atents a quin és el seu joc, com es produeix, quins sentiments sorgeixen, com es poden arribar a imaginar la situació i quin llenguatge estan utilitzant. Aquesta és una gran porta que ens pot donar moltes pistes.

Aunque pueda ser difícil para nosotros, debemos poder validar los sentimientos que genera, sin negarlos, sino aceptándolos. Con sentencias como “no debes estar triste”, o “no debes tener miedo” —sentencias que muchos de nosotros a menudo hemos oído— no les ayudamos a gestionar estas emociones. Sólo dando espacio para sentir es cómo podrán elaborarlo.

Dius que res no es perd

y acaso dices verdad,

pero todo lo perdemos

y todo nos perderá.

Antonio Machado

Utilizar un lenguaje sencillo y comprensible es clave, y si las respuestas son cortas, mejor. Nos pueden ayudar mucho los cuentos, así como ejemplos que estén al alcance de su cotidianidad, como los cambios de estaciones, la metamorfosis de la oruga en mariposa, la muerte de un gato que tenemos, etc.

El lenguaje no verbal tiene mucho peso. Es lo no dicho, pero es por dónde más información reciben, porque es desde aquí desde donde reciben los sentimientos que a nosotros nos provoca la muerte. Es desde aquí desde donde les transmitimos la seguridad y la paz o, por el contrario, el miedo y la inseguridad. Será necesario que podamos preguntarnos, pues, ¿cómo vivo yo la muerte? Y, partiendo de este punto, decidir qué quiero hacer yo, y ser honesto con lo que puedo ofrecerle a mi hijx. Y quizás, quién sabe, avanzar hacia una sociedad que cada vez olvide menos la existencia de la muerte.

Laura Casadó

Terapeuta Gestalt i mestra

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