28 de febrero de 2025

Educación sexual integral coherente


Hace ya algunos años que escuchamos hablar de la importancia de ofrecer una Educación Sexual Integral a la infancia. Cada vez son más las escuelas, profesionales y recursos que se ofrecen en torno a esta temática, pero la realidad es que, como profesional que lleva más de 15 años investigando esta dimensión de la experiencia humana, encuentro que nos falta ajustar el discurso que compartimos con los niños. Es por eso que escribo este breve artículo, que es el preludio de los cursos que ofrezco, donde comparto mi enfoque psicológico fruto de años de investigación y acompañamiento.

¿Qué es la sexualidad infantil?

Buena pregunta.

La sexualidad es una dimensión de la condición humana que no entiende de edades como tal. Por el solo hecho de ser seres humanos, las personas somos seres sexuales porque nuestra reproducción se da por la unión de dos gametos sexuales, dentro de un órgano sexual de nuestras madres, e implica una conexión absoluta con la sexualidad de nuestros progenitores.

Este aspecto reproductivo ya nos conforma como especie sexuada.

Ahora bien, la sexualidad conoce de etapas y procesos que se van dando en función del desarrollo de las personas y del entorno que las acompaña.

¿Cómo se transforma la sexualidad a lo largo del desarrollo?

Desde el inicio de la vida, la sexualidad se relaciona con el espectro placer-displacer. Para un recién nacido, la existencia es muy simple y binaria en términos de placer: está en placer, o no lo está (y, si es un niño saludable, nos lo hará saber).

Durante los tres primeros años de vida, la dimensión de la sexualidad está ligada a todo aquello que erogeneiza al niño y, en la inmensa mayoría de los casos, esta estimulación placentera no se centra en los genitales, sino en otras áreas corporales a través de las cuales el niño incorpora el mundo que lo rodea y acumula los primeros registros de amor, merecimiento y bienestar.

Estas áreas son:

  • La piel: a través de ser sostenido y acariciado.
  • Los ojos: si nos tiene dentro de su campo de visión, le generará seguridad.
  • Las orejas: un recién nacido necesita escuchar el latido del corazón de la madre para calmarse.
  • La boca: a través de la succión y la mordida, el niño experimenta placer.
  • Los esfínteres urinarios y anales: al liberar las heces y la orina, y retenerlas posteriormente, el niño experimenta el goce de construir su autonomía y autocontrol.
  • La musculatura: le permite acceder al movimiento y la libertad de acción.
  • Las manos: una vez ha conquistado su motricidad bilateral y voluntaria, es capaz de utilizarlas para manipular el entorno y generar creaciones propias.
  • Los genitales: cuando descubre que su estimulación le genera placer físico, se convierten en fuente de placer emocional.

Como vemos aquí arriba, antes de llegar a conectar placer y genitales, un niño que no experimenta una alteración de la sexualidad sana, pasa por diversas partes de su cuerpo previamente que le brindan la sensación de placer, bienestar y buen trato.

Una de las bases importantes de la educación sexual integral coherente es no desconectar a los niños de su deseo. Esto no significa que se les permitan todos, ¡ojo! Lo que significa es que una sexualidad saludable se basa en una conexión interna de lo que deseamos y de lo que no.

A menudo se pone demasiado énfasis en el consentimiento dentro de las prácticas sexuales entre iguales, y se olvida un paso previo y necesario en la experimentación compartida que es el deseo.

Cuando acompañamos a la infancia a descubrir su placer a través de todas las áreas implicadas durante el desarrollo, corregulamos situaciones intensas, nombramos sin miedos ni tabúes, ponemos límites saludables, y sostenemos la experimentación adecuada, estamos potenciando la preservación de esa memoria interna que debe ser brújula a lo largo de su vida: discernir qué me genera placer y qué no.

En el proceso de maduración humana, una de las premisas para adquirirla es dominar el arte de saber poner límites al placer. Esta regulación interna se aprende durante la infancia si nos han acompañado validando nuestros deseos y corregulándolos cuando ha sido necesario. Esto nos permite construir la habilidad de la empatía, de comprender la diferencia entre libertad y libertinaje, y de sostener la frustración que nos puede generar que alguien no comparta el placer que nosotros queremos vivir o sentir.

La Educación Sexual Infantil no es hablar solo de genitales y sexo. Y tampoco hacerlo en etapas tempranas de desarrollo si no hay un interés auténtico. Por el contrario, la ESI es una caja de recursos y herramientas que van conformando la relación que la infancia tiene con el buen trato y el amor saludable. Por eso es importante que trabajemos, tanto en casa como en el aula, temáticas como:

  • Límites
  • Higiene
  • Nombrar el cuerpo dignamente (dejemos de usar eufemismos para los genitales)
  • Respeto
  • Buen trato
  • Empatía
  • Placer
  • Deseo vs Consentimiento
  • Secretos vs Sorpresas
  • Miedos
  • Intimidad
  • Normas sociales
  • Lenguaje no verbal
  • Cambios corporales
  • Afecto

Todo esto es la Educación Sexual Integral que deberíamos tener dentro del currículo educativo de todas las escuelas en las etapas de infantil y primaria. Esta es la información y los mensajes que los niños están preparados para recibir, comprender y procesar. Todo lo que se exceda de estas premisas debemos cuidar que no caiga en el saco de la hipersexualización actual y snob que impregna muchos discursos sociales y políticos.

Dejemos que la infancia sea libre. La sexualidad en esta etapa debe centrarse en lo que los niños y las niñas pueden comprender, integrar e identificar.

Elisenda Pascual Martí

Directora d’Acompanyament Familiar

Psicòloga General Sanitària

Num. Col. 22040