La valentia de sentir

La sensibilidad como clave para una crianza consciente y plena

«Papá, ¿qué te pasa? Hace tiempo que no te veo sonreír»

A veces veo a personas adultas que, con mucha atención, observan y atienden a sus criaturas, y que, a la inversa, se observan y atienden poco a sí mismas.

Hoy me gustaría compartirte una reflexión sobre un aspecto, a menudo subestimado, en la crianza: la sensibilidad.

Me refiero a la capacidad que tiene nuestro organismo de percibir y responder a estímulos internos y externos, de registrar y procesar experiencias emocionales, de empatizar y comprender a los demás y, aún más, de estar plenamente presentes.

No es necesario ser una persona altamente sensible para disfrutar de esta perceptividad. Tampoco haber tenido una vida libre de impactos psicológicos o tener que retirarse en soledad. Sencillamente se necesita la intención y el compromiso de mantener una relación honesta y diaria con ella. Y, por supuesto, pedir ayuda si es necesario en el proceso.

El coste de la desconexión con la sensibilidad

Con frecuencia veo cómo las personas adultas nos juzgamos por vernos enfadadas, cansadas o perdidas, como si sentir o experimentar fuera cosa de personas «débiles». Y, entonces,naturalizamos «el aguantar».

«Porque si lo que me pasa no está bien, es que mi brújula interna no funciona y, por tanto, debo seguir desatendiendo esas «notificaciones» internas para continuar con la pretendida hazaña

Así, la sensibilidad deja de cumplir su función, envuelta entre capas de perfeccionismo, miedo, complacencia, autocrítica, control, rigidez, etc.

¿Desmitificamos ya la idea de que padres y madres debemos ser figuras fuertes e inquebrantables?

Porque sí que nos pasan cosas, y a muchos niveles. ¿Asentimos ya que sentimos y percibimos y que no somos autómatas? Hacer ver que esto no pasa es como hacer ver que no existimos.

Tu vida como una película: una mirada de dentro hacia afuera

Te quiero compartir un truco. Pregúntate: si tu vida fuera una película, ¿de qué género sería? ¿De acción, aventuras, drama, comedia, ciencia ficción, fantasía, terror, suspense, musical? ¿O algún otro? Si no lo sabes, observa cómo encaras las situaciones intensas. Y ¿cuáles son las características y roles del personaje principal, es decir:Tu. ¿Está más centrado en los propios complejos, conflictos internos, en provocar risas, descubrir nuevos mundos, accionando para superar grandes peligros físicos, o amenazas sobrenaturales, caminando un viaje mágico, explorando conceptos futuristas, expresando emociones a través de la música y el baile…?

Ahora aléjate un poco, imagina que puedes hablar con la protagonista y le explicas que puede cambiar el género, mezclarlos e, incluso, ir decidiendo según el momento.

Respira.

¿Qué te parece? De esta manera nos acercaremos a la intérprete. ¿Y quién es? Nuestra sensibilidad que vive tras los diferentes roles. ¿Cómo acceder a ella? Desidentificándotede la película y atendiendo las señales de bienestar y malestar que te traslada.

Puedes preguntarte cada mañana en qué película quieres vivir, y en qué película quieres que vivan tus hijos e hijas. No se trata de negar o reprimir, sino de reconocer lo que está presente y abrirte a la responsabilidad emocional y caracterial. Para poder tomar las riendas como personaje principal y atender a tus hijos e hijas con presencia, curiosidad y sensibilidad.

Así cultivamos una cultura de paz en el propio hogar. Porque, y terminando con el juego de las películas, fíjate que a menudo en algún momento de dolor nos entretenemos en ver quién es el «bueno» y quién es el «malo» de la peli, quién tiene la «culpa». Y te invito a atraparte ahí para redirigir todo este despliegue en ofrecerte atención plena. Y aquí la película cambia de verdad. Atendiendo lo que verdaderamente te está pasando y saliendo de la lucha (interna o externa).

Quizás ahora estarás de acuerdo conmigo en que la sensibilidad no es una señal de debilidad, sino un acto de valentía, autocompasión y liberación, una muestra de nuestro compromiso con nosotros y nuestros hijos e hijas.

Signos de falta de atención a la sensibilidad y sus consecuencias

Algunos signos: agotamiento parental; resentimiento y frustración hacia los hijos/as la pareja o la situación; sensación de obligación (vs autoconocimiento y transformación); malentendidos con la pareja; gran vulnerabilidad al estrés o sensación de caos y descontrol.

Y algunas consecuencias en relación a los hijos e hijas: dificultades en el apego y la seguridad;desregulación emocional; incomprensión de las acciones de la criatura; impacto en el desarrollo social y cognitivo o perpetuación de ciclos de insensibilidad.

Te aseguro que la vida se vuelve tanto más fácil cuando la escuchamos y la desarrollamos.

Cultivando tu sensibilidad

Si quieres, puedes empezar reservando un rato cada día para comunicarte con ella: ¿qué querrías hacer y no estás haciendo? ¿A quién querrías llamar? ¿Qué deseos latentes esperan salir a la luz? ¿Qué miedo espera ser abrazado? ¿Qué querrías dejar de hacer de una vez? ¿Dónde sientes molestias? ¿Desde cuándo? ¿Qué puedes hacer para ponerle remedio?

Así, a la sensibilidad no le harán falta recursos ruidosos como la ansiedad para llegar a nosotras. Y nuestros hijos e hijas, especialistas en derribar las murallas que hemos construido alrededor de la sensibilidad, podrán relajarse, aflojarse y disfrutar viéndonos VIVIR.

Elisabet Rodríguez Piñero. Socioantropóloga y Terapeuta Humanista. Especializada en procesos de transformación vital.

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