Cuando la maternidad no sigue el guion clásico; una mirada honesta sobre la monomarentalidad desde el deseo, la preparación y la red
Cuando una mujer dice que quiere ser madre sola, a menudo escucha un «qué valiente eres» como respuesta. Como si lo que viniera después tuviera que ser necesariamente terrible. A ninguna mujer en pareja se le dice eso, y también vivirán momentos difíciles. En consulta, muchas madres monomarentales comparten que no se identifican con palabras como valiente o fuerte. No porque no lo sean, sino porque no se sentían así. El deseo estaba, pero el camino no era el previsto; han encontrado un plan B que lo ha hecho posible. No lo decidieron desde un impulso heroico, sino desde un deseo profundo de maternar, aunque las circunstancias no fueran las soñadas.
Algunas mujeres explican, de hecho, que no se sintieron valientes al tomar la decisión, sino más bien vulnerables. Se puede desear mucho a una criatura y, al mismo tiempo, sentir miedo y fragilidad. Ser madre sola implica sostener mucho, y la fortaleza no solo es tirar adelante y enfrentarse a todo, también está en el hecho de sentirse y reconocerse vulnerable. Permitirse eso es otra forma de fuerza, muy poco reconocida.
Maternar sin pareja no significa maternar sola
Cuando no hay pareja —ni una red familiar clara— muchos de los espacios que culturalmente se asignan a dos personas recaen en una sola. La logística, la economía, las noches sin dormir, las decisiones del día a día… Y eso puede dar miedo. Pero muchas mujeres han descubierto otra forma de sostener: crear red, pedir ayuda, repartir el peso (y el amor!).
¿Cómo se cría cuando no se puede delegar en una pareja? Algunas explican que han creado grupos de whatsapp donde las personas más cercanas puede ofrecerse a ayudar, que han tejido vínculos con vecinos y vecinas, y que su situación les ha ayudado a hacer piña. Un hermano que te acompaña al médico, una canguro que te ayuda y te hace compañía, otra madre embarazada con quien compartir camino. Cuando dejamos de pensar que una sola persona (la pareja) debe asumirlo todo, se abre la posibilidad de una crianza más comunitaria, más colectiva, más rica.
También hay mujeres que, después de años funcionando de forma muy autónoma e independiente, sienten que esta manera de maternar es coherente con su trayectoria. Y eso las hace sentirse más preparadas. Pero criar no es exactamente como gestionar la propia vida adulta: el niño o niña sí necesitará diferentes figuras de referencia. Maternar desde la lógica de la autosuficiencia puede parecer empoderador a priori, pero si luego te sientes sobrepasada, puede aparecer la culpa —hacia una misma o hacia los demás. Por eso, la preparación no solo pasa por asumir el reto, sino también por reconocer que se necesitará ayuda. Y hacer un trabajo interno que permita estar dispuesta a pedirla y recibirla sin culpa.
Tomar decisiones sola: libertad y límites
Uno de los aspectos más particulares de la monomarentalidad es la toma de decisiones en solitario. Para algunas mujeres, esto representa un gran alivio: no tener que negociar con nadie, poder seguir su propio criterio y tener total libertad para decidir qué es lo mejor para la criatura. Especialmente en personas con tendencia a querer controlar las situaciones, puede vivirse como un regalo: la tranquilidad de saber que no hace falta discutir cada paso.
Pero esa misma libertad también implica riesgos. No tener otras miradas con quien contrastar las decisiones puede generar dudas o hacer que algunas cuestiones pasen desapercibidas. Por eso, contar con una red de confianza —amigos, terapeutas, profesionales, otras familias— puede ayudar a mantener la perspectiva y no vivirlo todo sola.
Además, en algunos casos, puede aparecer otra dificultad: que algún familiar cercano (a menudo la madre o el padre de la mujer que materna sola) ocupe un lugar demasiado central, casi como si fuera una pareja. A nivel sistémico, eso altera la jerarquía natural y puede generar confusiones y disfunciones en el núcleo familiar. Poner límites claros y ubicar a cada persona en su lugar es clave para proteger el equilibrio familiar y emocional.
El peso de los demás: opiniones, filtros y juicios
El contexto también influye en cómo se entiende o se juzga esta decisión. Algunas mujeres en consulta me explican que, con 40 años, nadie cuestiona su elección. Pero que a los 30, reciben advertencias: «espera un poco más», «no es el momento», «¿estás segura de que puedes sola?». Estas frases no hablan de la persona que decide ser madre sola. Hablan de quien las dice. De las gafas con las que ve el mundo, de su modelo de vida, de sus miedos.
Cuando se comunica la decisión de tener un hijo con pareja, nadie se cuestiona si esa pareja será estable, si tendrá recursos o si estará a la altura. Qué les hace pensar que tener un hijo con esa persona será más fácil, será mejor para la criatura, si no lo saben? Pero si no hay pareja, de repente todo se pone en duda. Como si el amor y el cuidado solo fueran válidos dentro de un modelo tradicional. Y eso también hay que revisarlo.
¿Y si mi hijo o hija echa de menos a un padre?
Esta es una de las dudas que aparecen en muchas mujeres que se plantean la monomarentalidad. Y es legítima. Puede que sí. Puede que, en algún momento, el hijo o hija se pregunte por qué no hay una figura paterna como en otras familias. Pero eso no significa que haya carencia. Hay todo tipo de padres: buenos, malos y regulares. Y eso tu hijo no lo sabe. Ve otras familias y puede idealizarlo. Si tu hijo/a nota que tú no llevas bien el hecho de no tener pareja o que no tenga un padre, es probable que eso le moleste o le haga daño.
También puede aparecer otra pregunta que pesa mucho: «¿Soy egoísta por querer tener un hijo sola?». Pero tener un hijo nunca es una decisión neutra. Siempre implica deseos, expectativas, incertidumbres. Y querer maternar desde el deseo, desde la preparación y desde el amor no es egoísta. Es honesto. Y es una base sólida para cuidar y amar. Nadie pregunta a las parejas heterosexuales por qué quieren tener hijos, no se cuestiona, y pueden tener intenciones con menos cuidado y amor que una familia monomarental.
Como sociedad, tenemos el reto de ampliar la mirada y dejar de pensar que solo hay una «buena» manera de formar una familia. La diversidad familiar debe empezar a normalizarse desde casa. Cuando el modelo de familia monomarental se vive con naturalidad, amor y coherencia, las criaturas crecen entendiendo que hay muchas formas posibles de amar y de crecer. Y todas pueden ser sanas, completas y plenas.
Prepararse para una maternidad diferente
Antes de tomar la decisión de ser madre sola, muchas mujeres transitan un proceso interno profundo. Un duelo previo, a menudo silencioso: dejar ir la idea de la familia que habían imaginado. Hacer espacio para asumir que momentos como dar a luz con una pareja, compartir los primeros pasos, acostar al bebé y sentarse juntos, no serán como se habían pensado.
Hacer este duelo antes de tomar la decisión puede ayudar a prepararse mejor. A ser más consciente de lo que no se vivirá como se había imaginado y, al mismo tiempo, empezar a construir una nueva manera de vivirlo que te guste y te haga sentir bien. Una forma que no es menos buena, ni menos plena, sino diferente. Y cuando ese proceso se hace desde la conciencia, la maternidad puede comenzar con más calma, más seguridad y más arraigada en el propio deseo.
Ivet Vidal. Psicóloga infanto-juvenil. Psicoterapeuta familiar y de pareja. Núm. Col. 26559
Fuentes, bibliografía y recursos:
- Asociación de Madres solteras por elección
- Libro: Madres solas por elección de Eva María Bernal
- Podcast: The Monofamily Show
- Grupos de acompañamiento a madres monomarentales